Crónica de la presentación de ‘Extravío en la luz’ en el CBA (2009)

El poeta Juan Carlos Mestre, el Cervantes leonés Antonio Gamoneda y su hija, Amelia, durante la presentación en el CBA.  Fotografía de RAQUEL P. VIECO

El poeta Juan Carlos Mestre, el Cervantes leonés Antonio Gamoneda y su hija, Amelia, durante la presentación en el CBA. Fotografía de RAQUEL P. VIECO

El invocador y existencial «Extravío en la luz»
llenó el Círculo de Bellas Artes

Amelia Gamoneda, hija del poeta, calificó de
«ruido de oficinista» la labor creativa del maestro

Por PACHO RODRÍGUEZ
para Diario de León (28 de enero de 2009)

Antonio Gamoneda presentó ayer en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, Extravío en la luz, un libro en el que comparte protagonismo con Juan Carlos Mestre, autor de los grabados que incluye la publicación, y con su hija Amelia, que escribe un cercano prólogo que hace aún más especial este poemario editado por Casariego. Y Madrid, una ciudad que adora a Gamoneda, respondió con un lleno absoluto de la sala María Zambrano, en un edificio que es el epicentro cultural de la capital, y ávido de la poesía invocadora y existencial del poeta.

Con tanto afecto, el poeta leonés dio paso a su socarronería y se quejó, y lo que logró fueron las sonrisas y hasta risas de los asistentes, que descubrieron el lado más cercano del autor de obras ya emblemáticas como ‘Arden las pérdidas’ o ‘Libro del frío’. Pero como de lo que se quejaba era del exceso de cariño, lo que hubo en sus palabras fue agradecimiento encubierto. Esa satisfacción le vino de palabras como las pronunciadas por su hija, quien deleitó a la concurrencia al contar que, «en mi memoria de siempre, es un hombre que escribe. O, mejor dicho, un hombre que trabaja con la escritura». Y lo ilustró de una manera bien descriptiva: «Su ruido de escritor es el de un oficinista», afirmó. Un ruido que asoció generacionalmente «al sonido de las máquinas bordadoras» como el que hacía con ese trabajo su abuela.

Al margen de los continuos elogios a la importancia y la trascendencia de la obra de Antonio Gamoneda, suficientemente descritas en la tarde de ayer en Madrid, también se pudo saber algo de la intensidad de trabajo del poeta, ya que, según su hija, a veces, ese ruido de la máquina de escribir o ahora del ordenador no se detiene en cuatro horas. «No sé si hará compañía a mi abuela», expresó Gamoneda hija.

El berciano Juan Carlos Mestre, al que Antonio Gamoneda adjudicó la mayor parte de la importancia de ‘Extravío en la luz’, se llamó privilegiado por poder compartir autoría con alguien que cuenta con una inmensa obra como la recogida en ‘Esta luz’. Mestre señaló que «poco he hecho yo más allá de leer apasionadamente a Gamoneda», además de resaltar que la admiración hacia el poeta se completa, con la misma intensidad, con el fervor hacia su persona.

Por su parte, Antonio Gamoneda, tras la intervención de la directora de la Editorial Casariego, Isabel Rodríguez, y la lectura de una ponencia de la poeta Amalia Iglesias, ausente en el acto por problemas de agenda, comenzó su intervención casi pidiendo disculpas por la cantidad de veces que se había pronunciado su nombre y siempre además, adjetivado con elogios. E, incluso, lamentó que se llamara «poemario» cuando «sólo contiene seis poemas».

La «presentación express» como método contra el exceso de elogios

Antonio Gamoneda propuso ayer la insólita fórmula según la cual los libros deberían presentarse con algo así como «aquí el libro, aquí unos amigos», afirmó. Era una propuesta de presentación express que evitaría el exceso de elogios y que, por supuesto, no va a cuajar cuando con su presencia, como la de ayer en Madrid, consiguió que el respetable se quedara sentado por si seguía la cosa.

Gamoneda casi riñó a la editorial (primero dio las gracias), por dotar de tanta importancia a una obra como ‘Extravío en la luz’, que aparece como una cuidada publicación de gran tamaño y con la obra de Juan Carlos Mestre. Al berciano le dijo que tanto Gamoneda era ya mucha dosis. Y a su hija le reprochaba porque «no había hecho nada más que barrer para casa», aludiendo a sus dotes de interpretación crítica. «Por eso no he aplaudido a ninguno de los dos», remató con humor.

Los que sólo conocían al autor sobre el papel salieron encantados de haber descubierto la relativización con la que trata las cosas y emocionados porque cuando leyó uno de sus poemas logró un silencio paralizante. Antes dijo: «Leo y disolvemos esta reunión. Qué pesadez con Gamoneda. Salgo para ir al fisioterapeuta». Y la gente se rió antes de pasar a la emoción de oír la palabra de Gamoneda pronunciada por el poeta Antonio. Y se iban con el libro debajo del brazo.

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