* Artículos inéditos sobre Gamoneda

«El rastro borroso del vigilante», por David Santamarta

Ilustración: Lucas Santamarta.

El rastro borroso del vigilante

Por DAVID SANTAMARTA

Oficio de mirar, un dietario póstumo de Pereira, sirvió como disculpa para el encuentro. Me presenté en la casa una tarde de noviembre. El poeta estaba en la planta de arriba, en su cuarto de escritura. Me recibió en pijama de caballero, enfundado en una bata. La calefacción zumbaba. Pla dejó dicho que es en otoño cuando se hace la vida de invierno; al despuntar los ajos y florecer los almendros el aire se llena ya de primavera.

Hablamos de Pereira. Le cuento que en el libro le menciona varias veces. Uno de los pasajes, reincidente, da cuenta de una jornada compartida y deja ver cierta complicidad. Compartían cuitas. El otro le tiene llamado al filo de la madrugada y la cita, a esas horas, era en la cafetería del hotel Conde Luna, a lo mejor por una coma o por la conveniencia de un gerundio. Exageraciones.

Peco de indiscreto y pregunto a bocajarro por Jorge Pedrero, el vigilante de la nieve. Una escueta reseña junto a una fotografía en el tríptico de una exposición que conmemoraba al Cervantes era entonces todo lo que sabía de aquel hombre que parecía haber guiado al joven poeta. Recibí una respuesta parca y cejuda. Angelines intervino con naturalidad para desvelar una muerte temprana y escogida.

A continuación hablamos algo de los jóvenes. Su nieta se aplica en la universidad. Pesaroso, le digo que uno de mis hijos ha dejado los estudios que concienzudamente había elegido un par de meses antes. El poeta alzó entonces los dos brazos con entusiasmo:

—¡Que duude …, que duude!

Angelines, curiosa, pregunta a botepronto si se duerme bien la noche antes de operar. Es cierto que a veces, antes de una cirugía, el sueño es quebradizo y la noche avanza lenta, zozobrando. Querrá saber, pienso, qué puede haber de específico en un oficio familiarizado con el límite entre la vida y la muerte, queriendo resolver. La desengaño; es una ocupación tan mercenaria como otra cualquiera. El médico no sirve donde hace falta, sino donde más le conviene. Al cabo nos despedimos. Al bajar la escalera me detuve brevemente en un par de óleos de Pedrero.

Encontré de nuevo al pintor, esta vez en un libro, bajo el epígrafe “la labor no consumada”. Aparecía la misma fotografía del tríptico y a todo color los cuadros que había visto en la casa del poeta. El texto de aquel libro citaba la reseña publicada en una revista institucional cuando finalizaba el año 1969, y con él, una década de prodigios. Además de informar sobre el fallecimiento del pintor, denunciaba el olvido a que había sido sometido. Casi a vuelta de página, como un incómodo vecino, llegaba la glosa de la vida provincial. El jefe del estado había visitado la provincia para inaugurar un mirador que llevaba su nombre en el puerto de Panderrueda, en el paraje de Piedrashitas, con formidables vistas al macizo central de Picos de Europa. El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento don …, ofreció el Mirador a Su Excelencia que contestó con estas breves frases… El rastro del pintor, siempre borroso, apareció de nuevo en las páginas de La pobreza.

Trece páginas inéditas de Moisés Mori sobre «Un armario lleno de sombra» de Gamoneda

Gamoneda, en el centro, junto a la profesora Josefina Martínez y el pensador Moisés Mori, en el claustro de la Universidad de Oviedo, el día (15-06-2009) de la presentación de su libro de memorias en su ciudad natal.

Publicamos, por cortesía de su autor —el catedrático de Lengua y Literatura, narrador, poeta, ensayista y crítico literario asturiano Moisés Mori—, un artículo inédito —trece páginas en total— sobre el primer volumen de memorias de Antonio Gamoneda, «Un armario lleno de sombra» (Galaxia Gutenberg, 2009).

Un artículo más que pertinente, ahora mismo, cuando está a punto de salir de imprenta el segundo tomo de las memorias del poeta astur-leonés, titulado «La pobreza» (que llegará a las librería el mes que viene, en febrero de 2020).

Sobre algunas páginas de
Un armario lleno de sombra

Por MOISÉS MORI

Portada de «Un armario lleno de sombra».

Antonio Gamoneda siempre ha señalado la raíz existencial de su poesía, que su obra surge de hechos concretos y vivencias propias, que late en ella una correspondencia entre palabra poética y experiencia real; y, por tanto, la memoria constituye el núcleo de su escritura. Anotamos unas palabras del poeta: “He dicho muchas veces que la poesía es un arte de la memoria y que la memoria es, necesariamente, conciencia de pérdida (tenemos memoria de lo que ya no es o ya no está con nosotros) y, también necesariamente, conciencia de progresiva consunción, de nuestro tiempo de vida y de nuestro acercamiento a la muerte”.[1] Y si la memoria (esa conciencia: de la pérdida, de la muerte) fundamenta el arte de la poesía, tampoco es extraño que, en 2001, y como de paso, señalara Gamoneda en una entrevista: “En realidad, yo podría escribir mis memorias con mis libros de poesía, curiosamente”.[2] Un presagio que vendría a cumplirse en 2009 con Un armario lleno de sombra, sus memorias de infancia, pues, en efecto, este libro está escrito con la misma sustancia existencial que Sublevación inmóvil, Blues castellano, Descripción de la mentira, Lápidas...

Un armario lleno de sombra comienza así: “No sé si la voluntad de escribir sobre mi infancia -de escribir mi infancia- tiene alguna causa”. La causa -la causa que podríamos llamar general- se relaciona necesariamente con esa conciencia de lo perdido (lo que ya no es o ya no está con nosotros) y del tiempo que pasa (nuestro acercamiento a la muerte), con el cruce de olvidos y recuerdos. No obstante, un libro de estas características, adentrase en unas memorias de infancia, parece pedir -y esta sería la causa por la que el autor se pregunta- un relato detallado, la referencia a datos concretos tanto personales como sociales e históricos; aun así, también ante este ámbito de concreción autobiográfica, tan diferente, en principio, al de su larga trayectoria poética, mantiene el autor el propósito de no limitarse a redactar o contar por las buenas (escribir sobre), sino de encontrar más bien la estructura y el registro que respondan a una verdadera interiorización de los hechos: que el relato constituya, en definitiva, una realidad por sí mismo (escribir mi infancia), lo que ya no parece un planteamiento tan ajeno a ese arte de la memoria que con otras palabras y otra música, regido de principio a fin por lo que Antonio Gamoneda llama pensamiento poético, vertebra toda su obra.

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“El canto poético de Gamoneda”, un ensayo inédito y reciente del profesor emérito Víctor Fuentes (California, 2019)

EL CANTO POÉTICO DE GAMONEDA

Sufrientes imágenes y voces del Holocausto
en la poesía de Antonio Gamoneda y más allá:
de “Blues castellano” (1961-1966)
a “Venas comunales” (2015- 2016)

Publicamos un ensayo inédito sobre la poesía de Antonio Gamoneda que nos ha hecho llegar Víctor Fuentes (Madrid, 1933), exiliado español afincado en Estados Unidos, escritor, investigador y crítico literario (también es uno de los grandes especialistas en Luis Buñuel) y profesor emérito de Lenguas y Literaturas Romances en la Universidad de Santa Bárbara (California).

Por VÍCTOR FUENTES
Desde TAM TAM PRESS

“Este ensayo va dirigido al lector/a común, a quienes quieran conocer más de la obra de Antonio Gamoneda y de su visión poética de la gran tragedia que nos tocó vivir”.

En el 2014, el prestigioso historiador Paul Preston publicó su voluminoso libro The Spanish Holocaust. Yendo a la definición del diccionario de la Real Academia Española, leemos, holocausto: “Gran matanza de seres humanos”, y esto es lo que se dio en la guerra española, en ambos bandos —recordemos aquello del “millón de muertos”—; pero mucho más abundante, e iniciado, por el bando franquista, prescrito por las altas autoridades militares y continuado en los primeros años de la posguerra: el feroz exterminio. En los últimos años ha trascendido amplia información historiográfica de cómo se produjo esto en León(*1) y en sobrados lugares de su provincia, imponiéndose un régimen de terror. El relampagueo poético de lo vivido y “morido” de tanto de esto lo encontramos en el corpus de la obra de Antonio Gamoneda, cantado —y contado— desde su propia memoria de la infancia(*2). A pesar del uso de un lenguaje poético suficiente, con énfasis en la realidad del poema mismo, y su crítica de una literatura social y del realismo informativo, su poesía, envuelta en imágenes y símbolos, nos revela una honda y estremecedora realidad, vista desde una declarada situación proletarizada y dentro de la vivida y asumida “cultura de la pobreza”.

Es poco sabido que uno de los primeros, sino el primero, focos y grupos de resistencia a la dictadura franquista por parte de jóvenes intelectuales, artistas y escritores se dio, precisamente, en León. En el plano literario, varios de ellos estuvieron cercanos a Espadaña, revista de poesía y crítica, editada por el sacerdote Antonio González de Lama y los entonces jóvenes poetas Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.

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