Textos de EDUARDO MOGA

«Placer sin esperanza» / Reseña de «Esta luz. Poesía reunida (1947-2004)» / Por Eduardo Moga (2005)

Placer sin esperanza

Por EDUARDO MOGA
(Reseña del libro Esta luz. Poesía reunida (1947-2004), de Antonio Gamoneda, publicada en la revista Letras Libres el 28 febrero 2005)

Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) es, junto con Manuel Álvarez Ortega, el mejor poeta español vivo. Su irrupción en la poesía española se produjo tardíamente, con la publicación de Descripción de la mentira en 1977, aunque su definitiva consagración no llegó hasta mediados de los años ochenta, con la concesión del Premio Castilla y León de las Letras en 1985 y la publicación de Blues castellano (1982), Lápidas (1987) y, sobre todo, Edad (1987), una primera y decisiva recopilación de su poesía, en edición de Miguel Casado. Aparece ahora Esta luz. Poesía reunida (1947-2004), en la que, a lo compendiado en Edad, se añaden los poemarios mayores que Gamoneda ha publicado desde entonces: Libro del frío (1992), Arden las pérdidas (2003) y Cecilia (2004), así como sus «mudanzas», esto es, reelaboraciones propias de textos ajenos —de Nazim Hikmet, Trakl o Mallarmé, entre otros—. El epílogo, extenso y ejemplar, de Esta luz corre de nuevo a cargo de Miguel Casado, uno de los mejores conocedores de la poesía gamonediana, y a él hay que acudir para identificar algunos de sus rasgos esenciales: su carácter autobiográfico, que explica su impregnación social y su compromiso obrero y antifranquista; y su condición de poesía brotada de la conciencia de la muerte.

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«Un armario lleno de sombra», de Antonio Gamoneda, por Eduardo Moga (2009)

Portada de «Un armario lleno de sombra».

Un armario lleno de sombra,
de Antonio Gamoneda

Por EDUARDO MOGA
(Reseña publicada en la revista Letras Libres, el 31 de julio de 2009)

Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) ha cultivado poco la prosa: sólo Libro de los venenos (1995), una enjundiosa y polifónica recreación de un antiguo tratado farmacológico, y El cuerpo de los símbolos (1997), un conjunto de escuetas pero clarividentes reflexiones sobre poetas y pintores. Un armario lleno de sombra es, en rigor, su primer proyecto narrativo, aunque sea ajeno a la ficción, como reconoce el propio Gamoneda, y lo invada, a menudo, el pensamiento poético. Se trata de una autobiografía de la infancia, que comprende desde los primeros recuerdos hasta que cumple catorce años, ese periodo auroral en que se acumulan los acontecimientos raigales y se define la personalidad. Aunque Un armario lleno de sombra es un relato –así lo define su autor en varias ocasiones–, sus conexiones con la poesía de Gamoneda son evidentes. De entrada, contiene sucesos que han inspirado poemas en muchos de sus libros, y sobre todo en Lápidas (1986), cuya tercera sección es una autobiografía lírica. Los barrios, oficios y personajes que recorren este poemario asoman ahora despojados de su sustancia lírica y expuestos con la austeridad informativa de quien contempla y transcribe. En Lápidas dice Gamoneda: “Se iluminan pómulos, lágrimas negras de ferroviarios”; y en Un armario lleno de sombra: “Sobre su rostro, vi lágrimas negras; lágrimas de ferroviarios”. También menudean las remisiones explícitas a lo escrito en sus libros de poesía: al describir a las viejas vendedoras de la plaza del Grano, de León, Gamoneda señala: “Entrada la tarde (así lo digo de ellas en Lápidas), ‘recobraban el fardo inútil para regresar, madres del miércoles, al país desolado de los censos’”; un poco más adelante, identifica a alguien llamado Jorge Pedrero como “el vigilante de la nieve”, es decir, quien da título y sostén a la segunda sección de Libro del frío (1992). Me parece advertir en este constante y deliberado hermanamiento entre su relato y su poesía la voluntad de ejemplificar lo que ha expuesto en El cuerpo de los símbolos a cuenta de la condición de poeta irracional que, perezosa o despectivamente, le han endilgado algunos. Gamoneda sostiene que el presunto hermetismo de sus poemas se corresponde estrictamente con lo real: “La realidad es simbólica y yo soy un poeta realista, porque los símbolos están verdadera y físicamente en mi vida. […] Cuando digo: ‘esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte’, hay aparición de símbolos, sí, pero sucede, además que esta casa estuvo realmente dedicada a la labranza y la muerte”. Los símbolos en la poesía de Gamoneda son disémicos, tal como los ha definido Carlos Bousoño en Teoría de la expresión poética: “Aquéllos en los que, además del sentido irracional, oculto para la mente [hay] otro sentido, éste lógico: el manifestado, de un modo directo o indirecto, por su literalidad”.

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