Textos de JUAN CARLOS MESTRE

Gamoneda acompaña la presentación de un mural de Juan Carlos Mestre sobre el mundo y los sueños de Antonio Pereira

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Palabras para Gamoneda, de Juan Carlos Mestre (2007)

Mi amistad está sobre ti como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos.

Descripción de la mentira (1975-1976)

 

Yo tenía catorce años, la edad en que un muchacho abandona la belleza sin placer de la esperanza para entrar en la ruina donde el porvenir de los lenguajes mantienen inmaculada y pura la sonrisa de los sueños muertos. Un cuchillo es algo tan real como un pañuelo. Un pañuelo es algo tan subjetivo como la salud del bien de una madre. Estas cosas están en el corazón simbólico de mi infancia como una conducta relacionada con lo indecible, el deseo de nombrar las primeras formas de la verdad, el encargo de traducir a armonía la subversión del pensamiento que se resiste a hacerse costumbre.

No importa lo indefinible, será suficiente el radical descentramiento de lo que supone intuir su ruptura con la lógica del saber, no la fuerza de lo que es, sino una ética de la repulsa que ajena al arte de representar aspira a ser como debería ser el universo significante de la dignidad humana: la amistad de la poesía como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos. Yo no tenía un cuchillo, pero había soñado con cuchillos. Tenía, sí, una pequeña navaja con la que abría las granadas de un nogal que crecía en medio de un río que no pasaba por mi pueblo; ese tipo de cosas con las que solo se obsesiona el ángel que no tiene ojos o un muchacho amigo de un suicida.

Yo seguía por aquel entonces la sombra de alguien que no vive en la vida, se llamaba Gilberto Ursinos y era amigo de Antonio Gamoneda, que pensaba doradamente en la luz mirando el mundo en El Bierzo. Poco significan estas cosas más allá del filo de un cuchillo, pero la utilidad de su sentido permanece inmóvil en la conciencia como una de las bellas formas de la redención: aquella de la que aun sin saber nombrarla heredamos misericordia, la íntima piedad de unas palabras que dieron aldea moral a los invisibles, compañía a los indescifrables desaparecidos, mediación de bondad ante el dolor absoluto de la intemperie humana. No existe mayor amistad que la de personificar en el propio destino la alianza que nos vincula con la desgracia de otro, la memoria de las huellas del bien como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos.

JUAN CARLOS MESTRE

Juan Carlos Mestre y Antonio Gamoneda

[Entresacamos algunos fragmentos de esta entrevista con Juan Carlos Mestre publicada en La Voz de Galicia el 26 de enero de 2016:]

Por RODRI GARCÍA

El hijo del panadero cambió el pan por la poesía. «Para amasar había que madrugar mucho», bromeaba ayer Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957). El ganador del Premio Nacional de Poesía del 2009, con el poemario La casa roja, tiene claro que los causantes de su cambio fueron dos poetas, los dos Antonios: Gamoneda y Pereira. (…)

—¿Se lee poca poesía?

—La poesía no está ahí para ser consumida como algo más, como un producto. La poesía ni tan siquiera es literatura; es, como dice el maestro Gamoneda, un proyecto espiritual, una manera de estar en el mundo. Y, dialécticamente, se opone a ser consumida.

—Dice en uno de sus poemas: «Los poetas consumen su vida alrededor de viejas palabras».

—Sí, claro, las viejas palabras que siguen nombrando los grandes desafíos. No creo que haya ninguna otra aspiración más común al género humano que la aspiración a la felicidad… La poesía es una aliada en la construcción utópica del porvenir, por eso su alianza está con las viejas palabras que siguen recordando tres principios: igualdad, inocencia y felicidad.

—¿Está con el grupo de escritores leoneses o con otros como Neruda, ya que estuvo en Chile?

—Conocí desde niño a dos poetas con los que me he formado literaria, espiritual y emocionalmente. Uno de ellos es Antonio Pereira y el otro es Antonio Gamoneda. Los traté desde los siete u ocho años y es posible que si no me hubiera encontrado con ellos me hubiera dedicado al destino natural que tenía en mi casa: hijo de un panadero, pues repartir panecillos por las calles del pueblo. Aunque mi poesía posiblemente no tenga una proximidad estética ni a la de Antonio Gamoneda, ni a la de Antonio Pereira, es deudora de su gran vocación moral, del concebir la poesía como un acto de construcción del lenguaje y no como un artefacto decorativo que anima los festejos del habla. (…)

—Gamoneda es un afectado por las inspecciones de Hacienda a escritores, ¿qué le parece eso?

—A mí no me sorprende. Hace muchos años Walter Benjamin, el gran pensador alemán, escribió un ensayo, para mí, sobrecogedor. En momentos como este uno entiende la profecía de Benjamin cuando dijo: el gran botín de los amos ya no son las plusvalías, el gran botín de los amos es la cultura. Hemos llegado al tiempo en que no son los dinerillos lo que nos quieren quitar, es la conciencia de lo que la poesía aporta al mundo: pero no podrán callar la capacidad de rebelión que tiene la poesía. Me parece un acto de Estado vergonzante.

Antonio Gamoneda transfigurado por Juan Carlos Mestre

Dibujo de Juan Carlos Mestre para «Lapidario incompleto».

Antonio Gamoneda transfigurado
por Juan Carlos Mestre

Por JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
Publicado en El País, el 5 de marzo de 2014

“Es la hora de un crepúsculo en día no señalado. La visión de las techumbres enrojecidas es inseparable del color tardío de la ciudad soñada. Mi vida se resuelve en la vida de la ciudad. Una herencia deslumbrada se entreteje con mis recuerdos; hay un poder comunal cuyos límites son bordes y fisuras de mis propios límites.

Crece la ciudad sobre los pastos invernales. Hacia los terraplenes del Torío, crece sobre las huellas del pastor. Los agrimensores alzan monedas cuyas leyendas fueron borradas por el óxido, tégulas abandonadas por las legiones de Galba, campanillas azules como las  venas  bajo  una  piel  amada.

Desde las carbonerías, la pobreza asciende a los edificios aptos para la proclamación del suicidio y los arroyos retroceden como las víboras ante el incendio. Es la pasión de las inmobiliarias. Como un monte, la melancolía crece en los pastos invernales”.

(Antonio Gamoneda)

El lunes pasado Juan Carlos Mestre, poeta y artista, leyó en Madrid este poema de Antonio Gamoneda. Lo hizo durante la presentación en el Centro de Arte Moderno de Madrid de Lapidario incompleto, un libro con 31 poemas de Gamoneda y 10 dibujos de Mestre publicado por el propio Centro en edición de 100 ejemplares.

Una versión de ese poema puede leerse en la tercera parte de Lápidas, publicado por la editorial Trieste en 1987. Fiel a su afán de reescritura, Gamoneda no ha dejado de volver a la mínima ocasión sobre sus textos. No es extraño que terminara por decir a Claudio Pérez Míguez, lo contó él mismo el lunes, que dejase de mandarle pruebas para cerrar por fin el nuevo Lapidario. De lo contrario todavía estaría reescribiéndolo.

En un acto lleno de poetas –Francisca Aguirre, Guadalupe Grande, Javier Lostalé, Jordi Doce, Julio Mas, Marta Agudo…- y de lectores de poesía, Gamoneda dio con la palabra justa para zanjar el debate en torno a la relación entre imagen y texto. ¿Ilustración? No. “Lo que ha hecho Juan Carlos es una transfiguración”. Sus poemas, vino a decir, no son los mismos después de pasar por la mirada y las manos de Mestre. Manos y mirada, si hace falta decirlo, de poeta. Un poeta que recordó la importancia que tuvo para él la lectura de Sublevación inmóvil, de Antonio Gamoneda, al que llamó “maestro”. Por supuesto, el “maestro” estuvo en desacuerdo con semejante magisterio. Por si fuera verdad que las palabras se las lleva el viento, Gamoneda las corrige antes de que se las lleve.

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Nota:

Gamoneda publicó un texto titulado “Lapidario incompleto” en 1984, dentro del libro titulado “León, traza y memoria” (A. Machón editor), con ilustraciones de Félix de Cárdenas, en el que también publicaron sendos textos Luis Mateo Díez (“Albúm de esquinas”) y José María Merino (“La vuelta a casa”). No obstante, todo apunta a que Gamoneda ha reescrito y añadido cosas a aquel “Lapidario incompleto” en este nuevo libro que sale ahora a la luz.

La nueva edición (104 páginas) se presenta en carpeta y estuche realizados artesanalmente, la primera cubierta con papel estampado a mano y lomo entelado, y el segundo, entelado. Impreso en papel Fabriano de 160 g. La tirada es de 100 ejemplares numerados y firmados por Gamoneda y Mestre.

El precio: 175 €

 

«Hay una luz que camina», un texto de Juan Carlos Mestre para el libro «Veo la luz» de Amando Casado y Antonio Gamoneda

Una de las fotografías de Amando Casado, con fragmento poématico de Gamoneda, en el libro «Veo la luz».

Portada del libro.

VEO LA LUZ
Amando Casado (fotografías)
y Antonio Gamoneda (fragmentos poemáticos)
Eolas Editorial, León, 2011

Nota: El volumen incluye, a modo de prólogos, textos de Juan Carlos Mestre, Luis Grau Lobo, Eloísa Otero y Roberto Castrillo. El libro también se acompaña de un DVD, «Veo la luz en el Camino», con fotografías de Amando Casado, fragmentos poemáticos recitados por Gamoneda y música de Senén García García de Longoria.

Este texto de Juan Carlos Mestre es uno de los que aparecen incluidos en las primeras páginas del volumen:

HAY UNA LUZ QUE CAMINA

Por JUAN CARLOS MESTRE

Hay una luz que camina y está empapada por la velocidad de las lágrimas que le confidencia la sombra que marcha a su lado. Es la luz que coincide con el ángulo de la vibraciones donde la noche da su razón a la conciencia del sueño. Es entonces la luz insistente de los sueños la que entra en la mirada del otro, el que bajo el estallido de la tormenta, sobre los barros convivientes de su soledad, ante los hierros de la imaginación del futuro, hace visible la esperanza del antifilósofo y el fracaso del mágico. Es la luz abierta contra la penumbra que amenaza el encierro, la dignidad de los caminantes descalzos atraídos por algún tipo de pensamiento magnético.

Es la luz de la imposibilidad, por eso es también la luz de la creencia de cuanto no encuentra reposo: la propia búsqueda, las campanas de invierno donde aún resuenan las voces de los maltratados por la lógica del último siglo. Son las claridades que madura la luz, el fruto que justifica la inmovilidad del árbol y el pararrayos de los límites. Una luz hecha de substancias oscuras como el perdón que abre con sus llaves de lluvia las huellas hacia las nervaduras de la catedral o el castillo de naipes.

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Pereira, Gamoneda y Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre. Fotografía: Paco Rodríguez / La Voz de Galicia.

Juan Carlos Mestre. Fotografía: Paco Rodríguez / La Voz de Galicia.

[Entrevista con Juan Carlos Mestre, publicada el 26 de enero de 2016 en La Voz de Galicia]

JUAN CARLOS MESTRE:
«La poesía no es literatura; es, como dice GAMONEDA, un proyecto espiritual»

Por RODRI GARCÍA

El hijo del panadero cambió el pan por la poesía. «Para amasar había que madrugar mucho», bromeaba ayer Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957). El ganador del Premio Nacional de Poesía del 2009, con el poemario La casa roja, tiene claro que los causantes de su cambio fueron dos poetas, los dos Antonios: Gamoneda y Pereira. Mestre recitó anoche en A Coruña en el marco del ciclo Poetas Di(n)versos, junto con Miguel Mato Fondo (Ponteceso, 1953), poeta «e axitador cultural», decía Yolanda Castaño, anfitriona del encuentro celebrado en el Ágora. Mestre, con una amplia trayectoria como artista plástico, acompañó los versos con el acordeón.

-¿Cómo afronta un recital?

-Desde la perspectiva del azar. Lo primero es mirar a la gente, decirles: «¿A qué habéis venido?». En función de esa respuesta que te da el silencio uno intenta ser lo más discreto posible. Pertenezco a esa tribu de los que han renunciado a ejercer todo tipo de autoridad artística sobre los demás. Se piensa que la poesía nace del poeta y creo que es una de las grandes barbaridades extendidas por la cultura dominante. Para que un poema exista tiene que existir el poeta, sí, pero fundamentalmente el receptor, aquel que reconoce esas palabras como poemas. Para eso es necesario saber si en la sala hay gente que quiera ser poeta. Si solo están dispuestos a ser espectadores hay que llamar a un cantante.

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«Sucesos», de ANTONIO GAMONEDA, con grabado de JUAN CARLOS MESTRE

Grabado de Juan Carlos Mestre para la carpeta "Extravío en la luz" de Gamoneda.

Grabado de Juan Carlos Mestre para la carpeta «Extravío en la luz» de Gamoneda.

SUCESOS

Cuando del corazón surge un grito amarillo
grandes sargas se extienden sobre rostros amados.
Me dicen que ya es tarde y que el pastor de sombras
es ahora obediente a manos invisibles.

En nosotros ha entrado una serpiente ciega.
Ya nadie ama ni sonríe.

Un huracán de signos avanza inútilmente.
Las últimas mentiras se disfrazan de invierno.

Alguien entra descalzo a la fosa de los números,
alguien está anudando las cuerdas del olvido.

Los hay que cantan lívidos al borde del suicidio
y los más silenciosos copulan sin esperanza.

Un paso más allá todo es inexistencia;
todo se explica en el no ser.

                                   Ya veo
la turba incandescente. Van a venir muy pronto
los reptiles del llanto.

Alguien está gritando cercado por la púrpura.
Alguien abre despacio la mirada sabiendo
que en su córnea se esconden las cifras terminales
y que su pensamiento
no es más que una costumbre que precede a la muerte.

En la calcinación, un perro sangra
rodeado de ausentes. Bajo miradas frías
el perro se convierte en azul para siempre.

Cunden fétidas rosas; sus pétalos cansados
descienden a mis manos. Silenciosas, se acercan
las madres que no olvidan.

Frutos enloquecidos
se unen a los restos desprendidos del fósforo
y a las últimas sílabas, a las incomprensibles

En la hora imposible despertará el durmiente;
como un cuchillo negro te mirarán sus ojos.
Vas a quedarte solo. Tu cuerpo tendrá frío
desnudo para siempre, desnudo hasta los huesos.

Acepta tu extravío, entrégate a la luz:
la luz es el comienzo de la causa invisible.

 ANTONIO GAMONEDA
[De la carpeta ‘Extravío en la luz’ (2009), con grabados de JUAN CARLOS MESTRE]

Discurso de JUAN CARLOS MESTRE en el Homenaje a Gamoneda de Villafranca del Bierzo (2008)

Homenaje a Gamoneda en la Fiesta de la Poesía de Villafranca del Bierzo (2008).

Homenaje a Gamoneda en la Fiesta de la Poesía de Villafranca del Bierzo (2008).

HOMENAJE a ANTONIO GAMONEDA
en la 42 FIESTA DE LA POESÍA
de VILLAFRANCA DEL BIERZO
(22 de Junio de 2008)

Discurso de JUAN CARLOS MESTRE
(que actuó como mantenedor)

Queridos vecinos y amigos de Villafranca, una mañana como la de hoy de hace cuarenta años yo era un muchacho que, apoyado en uno de estos árboles del jardín, escuchaba, sin entender exactamente lo que decían estas palabras: No sólo el grano blanco va al molino, también los granos negros del silencio; también se hace el pan se hace la vida, de los heroicos huesos de los muertos. Yo no sabía aún lo que era un héroe, pero el poeta que las pronunciaba se convirtió para mí, desde ese instante, en alguien que se acercaba a mi vida con algo conmovedor: palabras rozadas por el resplandor de otro mundo, monedas perdidas con las que no se podía comprar ninguna otra cosa que no fuese la intuición de un ángel, el valor simbólico de otra manera de estar en el mundo, la forma delicada de cuantos estrechamente vigilados por la locura, aún seguían pensando que volar era el resultado de una intensa pasión, nunca de su práctica.

Aquel poeta se llamaba Gilberto Núñez Ursinos, y yo decidí aquella mañana, ante la luz de su joven resplandor, parecerme en algo a su sombra. Yo tenía doce años, junio de 1969, y fui su amigo hasta la primavera de 1972, en que decidió, voluntariamente, abandonar la republica de la imaginación donde vivía, cuando al otro lado del río sólo había pequeñas casas blancas llenas de palomas, gatos y flores que algún día fueron las semillas del paraíso. Fue el primer poeta que conocí, era amado por mucha gente de este pueblo, no menos que lo que él quería a los humildes, a los soñadores, a los que hablaban solos por la calle y pensaban que la vida carecía de sentido sin resistencia al mal. Vivía sólo, con un gato al que llamaba Parsifal, y un aparato de radio con el que aprendía idiomas sintonizando emisoras extranjeras. Un milagro que sólo sucede una vez cada cincuenta años cuando pasa sobre los valles el cometa de la iluminación y convierte en vino de dulzura la amargura de los pozos.

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