Textos de PABLO DE LA VARGA

Adiós a Pablo de la Varga, el amigo de infancia de Gamoneda

Pablo de la Varga en una fotografía de José Ramón Vega. Al fondo, los pintores José de León y Alejandro Vargas.

Pablo de la Varga Ferreras falleció en León, el día 3 de enero de 2019, a los 89 años de edad.

Te echaremos de menos. Te recordaremos siempre, amigo.

Por E. O.

«Al descubrir a Gamoneda, una fuerte campanada ha avisado a todo el mundo de que había palabras nuevas, de contenidos nobles, hondura humana y lucidez existencial». Las palabras son de Pablo de la Varga, amigo incondicional de Antonio Gamoneda desde 1935, y fueron pronunciadas dentro del pequeño discurso que le dedicó, tras la concesión de Premio Cervantes 2006, con motivo de la inauguración de la exposición «Visión del frío» en la Casa de Botines (León).

Pablo me contó una vez que, cuando eran pequeños, decidieron compartir la escritura de un cuaderno que dieron en llamar «El libro de las cosas», y que era como una especie enciclopedia en construcción, en el que los dos amigos apuntaban las cosas que iban descubriendo, conociendo, aprendiendo… «Un día Antonio me preguntó si sabía que había sido de ese cuaderno… Lo perdimos, una pena».

En otra ocasión, allá por 2007, Pablo hablaba así de su amigo de infancia: «Para mí Antonio se ha convertido en uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su poesía, y no porque posea riquezas ni dinero. Pero viaja por todo el mundo y le pagan por ello. Le reciben como a un príncipe, cuando habla todos se callan para escucharle… y, encima, ¡no necesita guardaespaldas!».

Y unos años antes, allá por noviembre de 2003, cuando Antonio Gamoneda no pudo asistir a una entrega de premios por la gripe, recogió el galardón en su nombre su amigo Pablo de la Varga, que se refirió a él (según recogió el Diario de León) como «el poeta que insufla las palabras de aliento vital. Las palabras de siempre, cuando las toca él, ocurre un milagro y aparecen como niñas nuevas que estrenan ropita», manifestó al tiempo que confesó sentirse abrumado por la responsabilidad que le había transmitido su amigo al pedir que le representara.

Sirvan estas palabras para recordarle y rendir homenaje a una amistad inquebrantable desde que por suerte y azar, cuando tenían cuatro o cinco años, Pablo y Antonio empezaron a jugar y a crecer juntos, siendo «la calle y la imaginación» su patrimonio más querido, como recordaba Pablo en otro pequeño discurso dedicado al poeta que nunca tuvo la oportunidad de leer en público, aunque sí se lo leyó en familia.

Los dos amigos seguían reuniéndose, todas las semanas, en una tertulia veterana fundada en los años sesenta por el escritor Victoriano Crémer y que también fue frecuentada por el escritor Antonio Pereira cuando vivía y estaba por León. El punto de encuentro fue primero la antigua cafetería Alaska, y de ahí pasaron a la de la plaza de Las Cortes, pero desde hace unos años se veían en el café Pasaje de la calle Alfonso V, todos sábados a partir de las doce de la mañana, junto a los artistas plásticos Alejandro Vargas, Modesto Llamas Gil, Amancio González, José de León, el médico José Cosamalón o el escritor Luis Artigue, entre otros amigos.

Alejandro Vargas, el médico José Cosamalón, Pablo de la Varga, Modesto Llamas y Amancio González. Foto: M. Cuevas.

«El discurso que nunca se pronunció», de PABLO DE LA VARGA

Portada del manuscrito del discurso de Pablo de la Varga.

Portada del manuscrito del discurso de Pablo de la Varga.

[PABLO DE LA VARGA, amigo de Gamoneda desde 1935, no tuvo la oportunidad de leer este discurso el 22 de noviembre de 2007, durante la investidura del poeta como Hijo Adoptivo de León, debido al protocolo del acto. Lo guardó para el 6 de diciembre, cuando estaba previsto que la Diputación concediera a Gamoneda la Medalla de Oro de la Provincia. Pero esta última concesión se pospuso sin explicación sine die. Al final, Pablo leyó su discurso a su amigo el día de Nochebuena de 2007, y la lectura emocionó a toda la familia reunida. Quede aquí, como recuerdo, y en homenaje a la amistad incondicional que desde que tenían 5 años les ha unido a ambos.]

* * *

(Padrino y compadre:
con el cariño denso y permanente de siempre. Pablo) 

GAMONEDA

Con motivo
de su adopción como hijo por el Ayuntamiento de León

Por PABLO DE LA VARGA

Pablo de la Varga, en la inauguración de la exposición Visión del Frío, en julio de 2007.

Pablo de la Varga, en la inauguración de la exposición Visión del Frío, en julio de 2007.

Ilmo. Sr. Alcalde, dignísimas Autoridades, Señoras, Señores:

Creo que pocas cosas honran más a un lugar, que el saber honrar a sus hombres mejores.

Aunque Antonio Gamoneda no nació aquí, aquí se hizo, aquí su infancia, aquí su adolescencia, aquí su juventud, aquí su madurez.

Tuve el azar y la suerte de jugar y de crecer con él.

Cuando niños, nuestro patrimonio más querido era la calle y la imaginación. Entonces esta ciudad se andaba en dos zancadas y nuestra andadura la cruzó muchas veces en todos los sentidos de la brújula.

Era un patio de vecindad fácilmente convertible en el país de las maravillas por el que deambulaba Alicia.

No había coches. Aun existía una berlina con su tiro de caballos que tenía parada ante la fachada principal de la Diputación y era un simón que hacía servicios a las estaciones.

Los vehículos de gasolina, quitando cuatro taxis y el coche de Genaro que recogía y repartía viajeros, eran muy escasos los que lucían su rodaje por las calzadas.

La ciudad era de viandantes y de niños que jugaban y corrían en libertad y sin sobresaltos.

Las niñas al corro, a la comba y al diábolo. Los niños al tacón, al pite, al fútbol, a los platis, a las pelis, a correr las calles con el aro en viajes de fantasía, y si la ocasión se presentaba, a la manga riega.

Toñín tenía especial habilidad para trepar los árboles de La Condesa y a mí me hubiera gustado encaramarme al del Ayuntamiento para emular a Tarzán. No era posible porque ese sitio siempre estaba a la vista de la Guardia Municipal.

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Pablo de la Varga sobre su amigo Gamoneda

Pablo de la Varga, leyendo su discurso, en una fotografía de Vicente García.

Pablo de la Varga, leyendo su discurso, en una fotografía de Vicente García.

«Para acercarse a Gamoneda hay que cuidar el corazón y dejar abiertas de par en par las ventanas del alma.»

PABLO DE LA VARGA

El 19 de julio de 2007, cuando se inauguró la exposición ‘Visión del frío’ en la Casa de Botines (León), Pablo de la Varga —el gran amigo de Gamoneda desde que ambos tenían 5 años— pronunció en el acto, por sorpresa, este pequeño y emotivo discurso:

«La Concejala de Cultura me avisó de este evento. Se lo agradezco. En mi proximidad al poeta, pues somos amigos desde los cinco años, y compadres varias veces, por esta proximidad, me resulta muy difícil organizar palabras con la claridad y serenidad que él merece.

Me cercan los sentimientos, pero me empuja el deseo de hacerme presente en esta feliz ocasión, aunque afortunadamente muchos ríos de tinta han corrido ya, muchas imágenes televisivas y muchas ondas radiofónicas, que son expresión de las gentes de mayor autoridad dentro del mundo de la cultura.

Al descubrir a Gamoneda, una fuerte campanada ha avisado a todo el mundo de que había palabras nuevas, de contenidos nobles, hondura humana y lucidez existencial.

Ahora, que su voz va siendo patrimonio de todos, esta exposición, que abrió sus puertas por primera vez en la Universidad de Alcalá de Henares con motivo del Premio Cervantes 2006, hace parada inmediatamente después en esta tierra que, en la voz del poeta, es «lentitud sagrada, con álamos al borde del camino».

Poco más. Creo que no debo ir más allá porque las palabras aquí se han puesto de luces.

Sólo avisaros de que para acercarse a Gamoneda hay que cuidar el corazón y dejar abiertas de par en par las ventanas del alma».