Textos de VICTORIANO CRÉMER

Victoriano Crémer, en su día (¿hacia 1960-1961?), sobre «Sublevación inmóvil» de Gamoneda

Homenaje a Victoriano Crémer por su centenario. León, 16-XII-2006. En la imagen: Gamoneda, Crémer y Pereira. © Fotografía de PEIO GARCÍA, para la agencia ICAL

[Nota de E. O.: Este texto firmado por Victoriano Crémer, y sin fechar, se conserva entre los papeles de Antonio Gamoneda, escrito a máquina sobre un papel de calco grande y fino, casi un papel de seda, un tanto arrugado. Le pregunté a Antonio si ésta fue la primera reseña o crítica de su primer libro, «Sublevación inmóvil», y me respondió que no, que la primera reseña que recuerda apareció en una revista de Brasil que le llegó a Crémer, y que éste le enseñó en su día. En cualquier caso, este texto de Crémer tiene que ser una de las primeras reseñas de «Sublevación inmóvil», escrito con toda probabilidad en aquel tiempo, 1960 o 1961. No sabemos dónde se publicó, o si fue leída por la radio. Transcribimos el texto:]

SUBLEVACIÓN INMÓVIL.—Por Antonio Gamoneda
Colección Adonáis. Madrid, 1960

Andan hirviéndonos ideas antiguas sobre la crítica, cuando llega a nuestras manos un libro de versos: Se titula «Sublevación inmóvil», y su autor es Antonio Gamoneda, buen compañero de navegaciones líricas. Pero hemos de rechazar todo vínculo de amistad, pues que nos disponemos a hablar sinceramente sobre este libro primero, con el que se presenta a la alta sociedad española de la Poesía.

El libro de Antonio Gamoneda es mucho más que ese primer libro de poemas, arrancado de la sumisa ineditud por la prisa natural de un poeta joven. Estamos convencidos que la diana propuesta por el autor queda mucho más alta y más lejana que la que podría acogerse a la estricta geografía nacional. Es un libro sin fronteras.

«Sublevación inmóvil» ha ido haciéndose con lentitud, con dolor, aunque no con espasmos de angustia fingida. Para llegar a esta realidad ya compuesta, la obra sufrió revisiones despiadadas, lecturas apasionadas y hasta corrió la inevitable aventura de un Concurso Nacional, en el que destacó tan claramente que queda vista para la mejor de las sentencias: la de su publicación.

No se trata, pues, de un libro apresurado, de unos versos pugnaces que quieren salir, sea como sea. Es un Cuaderno sereno, denso, apretado y estremecido, en el que están evidentes supremas implicaciones de la Poesía eterna: la Belleza, la Verdad, la Justicia… Una Belleza que no supone una posición esteticista, sino que fundamenta una aspiración humana. Una Verdad que trasciende del paisaje, de las cosas, y que se entrega, con la alegría de la pureza, al deseo de los hombres; mas no al deseo instintivo, primario, sino al conocimiento reflexivo, transcendente. Y una Justicia tan proporcionada, tan armoniosamente concebida, que es como una Gran Patria; como una única y deseada Patria, en la que están contenidas la Verdad, la Belleza, la Libertad…

Oh, si, España,
España es también una tierra.
Pero la tierra solo no es un país:
un país es la tierra y sus hombres.
Y un país solo no es una patria;
una Patria es, amigos, un país con justicia.

El lenguaje de Antonio Gamoneda, a fuerza de extremar sus recursos expresivos y dejarlo en la más doliente y fina carne viva, parece desprovisto de retórica. Pero ¡qué difícil retórica es la suya! La palabra, en los versos de Gamoneda adquiere toda su intensidad, toda su fuerza comunicativa. Elimina voluntariamente la perífrasis y va directamente a la almendra dura de lo que necesita expresar. Dice por ejemplo:

«Hay que ser muy hombre para soportar la belleza»

y sin más, sentimos en el alma la gravitación magnífica de la belleza. O añade:

«Eterno al sol, después de mucha tierra deshabitada de pájaros, surge un pueblo»

y sin otros medios, la llanada abrasada se inventa un pueblo para nosotros… Que esta austeridad conceptual no invalida la potencia del mensaje, lo demuestra cómo en cada poema el alma del lector se siente aprisionada, cómo se detiene, cómo vuelve sobre los pasos de la lectura.

Aquí hay un poeta. Nosotros ya le conocíamos, pero faltaba este testimonio impreso para que el nombre de Antonio Gamoneda se imponga decididamente en el índice más calificado de la poesía española de los últimos años.

Acaso estemos en igual tormento.
Un dios caído en el dolor es tanto
como el dolor si sobrepasa el llanto
y se levanta contra el firmamento.
Un dios inmóvil es un dios sediento
y a mí me cubren con el mismo manto.
Yo tengo sed, y lo que yo levanto
es la impotencia del levantamiento.
Oh que dura, feroz, es la frontera
de la belleza y el dolor; ni un dios
puede cruzarla con su cuerpo puro.
Los dos estamos por igual manera
a hierro y sed de soledad, los dos
encadenados contra el mismo muro.

VICTORIANO CRÉMER

Antonio Gamoneda y Victoriano Crémer en 2006.