Claraboya

Un texto de Gamoneda sobre la histórica revista leonesa de poesía «Claraboya»

Portada del libro «Claraboya y sus amigos» (Eolas Ed.)

Los queridos ‘claraboyos’, el ‘entonces’,
mi mala memoria, etcétera

Este texto de Antonio Gamoneda sobre la histórica revista leonesa de poesía «Claraboya» apareció publicado en Diario de León (en el suplemento El Filandón), el 20 de octubre de 2013, y se reprodujo más tarde en el libro colectivo «Claraboya y sus amigos. Una aventura poética renovadora» (Eolas Ediciones, León, 2014).

Por ANTONIO GAMONEDA

Claraboya, una revista de poesía bien nacida hace medio siglo en León y no tan bien fallecida menos de cinco años después. Una revista de poesía, sí, pero no faltaban en ella el leve o contundente trazo de los dibujos, ni las prosas, críticas o no, ni (para dar una pista, hacer un guiño, algo, en razón de la sustancia política de aquellos años y sólo por ello, voy a entrecomillar la palabra) el «pensamiento». ¿Sus fundadores? Podrían ser más de los que voy a nombrar, pero, por un no sé qué, voy a limitarme a los jóvenes poetas entonces en ejercicio, que eran Agustín Delgado, Luis Mateo Díez, Ángel Fierro y José Antonio Llamas. ¿Directores? Lo serían todos, aunque inicialmente –supongo que para el buen parecer a los ojos de las «autoridades»– figurase como tal Bernardino M. Hernando, un inteligente buen muchacho, cura ya progresista en el entonces de entonces. Todos cuatro o todos cinco, como se prefiera o deba ser, estaban muy bien nutridos –intelectualmente, quiero decir– por las serenas y sabias lecciones de otro cura, el inolvidable don Antonio –don Antonio González de Lama–, que ya tenía ofrecido su magisterio en la antecedente Espadaña, revista también leonesa y también importante para la poesía española, que lo fue a lo largo del segundo quinquenio de los cuarenta.

De don Antonio decía. Inolvidable, ciertamente. Vaya usted a saber por qué, no era muy querido por la mayor parte del clero local, aunque de éste, los que eran sus amigos, lo eran en grado superlativo. La verdad era que, salvo las ensotanadas excepciones que digo, todo León le quería, le queríamos.

Pero a lo que iba. El aleccionamiento de mis queridos «Claraboyos» por parte de don Antonio, hubo de ser en el seminario, por el que, pienso con posible acierto, pasaron todos ellos brevemente. En cuanto a mí (diez o más años mayor que ellos, demasiado joven para Espadaña y demasiado viejo para Claraboya), cercano en los afectos, no tenía nada que enseñarles; fui un amigo «exterior», salvadas algunas colaboraciones y reuniones ocasionales. Voy a contar algo de estas. Con la insegura memoria que ya tengo avisada.

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MÉNDEZ FERRÍN: ‘Me gusta soñar que escribí algún poema de GAMONEDA’

Xosé L. Méndez Ferrín. © Fotografía: José Lores.

El escritor gallego Xosé Luis Méndez Ferrín.

XOSÉ LUÍS MÉNDEZ FERRÍN:

«Me gusta soñar que escribí algún poema de GAMONEDA»

Se dio a conocer como poeta en 1957 con ‘Voce na néboa’, al que siguieron ‘Antoloxía Popular’, ‘Sirventés pola destrucción de Occitania’, ‘Con pólvora e magnolias, ‘Poesía enteira de Heriberto Bens’, ‘O fin dun canto’ , ‘Erótica’, ‘Estirpe’ y, en 2005, ‘Contra Maquieiro (2005). La editorial Calambur reúne ahora, en edición bilingüe, en ‘Poesía fundamental (1976-2005)’, la obra decisiva de Méndez Ferrín, traducida al castellano por Eloísa Otero y Manuel Outeiriño y prologada por Antonio Gamoneda.

Por MAR MATO
En laopinioncoruña.es  (26-6-2011)
En farodevigo.es (26-6-2011)

La musa de la vanguardia rusa Lilya Brik se suicidó en 1978, dos años después de la primera edición de ‘Con pólvora e magnolias’. Su imagen de perfil con una pañoleta en la cabeza gritando en 1924 ha dado la vuelta al mundo. Primero, gracias al cartel del constructivista Rodchenko; posteriormente, reinventada en una de las portadas del grupo Franz Ferdinand. La última versión se ofrece en la portada del libro, edición bilingüe gallego-castellano, X.L. Méndez Ferrín. Poesía fundamental. 1976-2005 (Calambur). En ella, el Photoshop ha hecho que Lilya Brik grite FERRÍN, así, con mayúsculas.

«Hacía ya algún tiempo —explica Ferrín— que la editorial Calambur tenía la idea de este libro y yo acepté la propuesta con mucho gusto. Xosé Manuel Outeiriño y Eloísa Otero, además de Antonio Gamoneda, estuvieron también muy activos en esa idea».

—En cuanto a la selección de las obras incluidas en esta recopilación en castellano y gallego, ¿echa de menos alguna?

—Yo los dejé en paz a ese respecto; no quise hacer una edición completa de mis poesías porque pienso que aún no están completas y espero que tarden mucho tiempo en estarlo.

—Gamoneda rememora cómo lo conoció a usted a través del poema «Roi Xordo» cuando lo leyó en gallego, sintiendo un ‘impulso pasional’. ¿Cree que ese es un poder de todas las lenguas o en especial del gallego?

—No creo que nuestro idioma [la entrevista con Ferrín fue realizada en gallego y el autor exige que se aclare] tenga un algo especial. Gamoneda es un leonés; por lo tanto, siente al igual que José María Merino o la propia Eloísa Otero su proximidad más a Galicia que a Castilla. Es lo que Mateo Díez llama cultura del noroeste, lo de poder escribir en castellano ‘tojo’ es para ellos muy importante. Nadie en la Meseta sabe lo que es un tojo. Esa llamada a lo ancestral que tienen los leoneses hizo que Gamoneda se fijase en la poesía gallega del siglo XX.

—¿Cómo empezaron a tener contacto? Usted incluso ha llegado a llamarlo ‘irmán’.

—A mí, me gusta tanto lo que hace que, a veces, me daría gusto soñar que yo escribí algún poema de Gamoneda. Hay una cierta simpatía mutua. Nos conocemos desde la revista Claraboya de los años sesenta en León.

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