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[Reproducimos este artículo que, en su edición en el diario La Nueva Crónica (el 3 de febrero de 2021), presenta una errata importante, ya que el relato de Antonio Gamoneda que aparece comentado se titula ‘Relación de don Sotero’, y no ‘Relación de don Suero’, y fue publicado originalmente en la revista Los Cuadernos del Norte (Oviedo, 1985). La versión comentada aquí apareció en el libro colectivo ‘Cuentos de León narrados por…’ (Ed. Rimpego, 2014)]
Por JOSÉ JAVIER CARRASCO
El escritor, en su actividad de plasmar otras vidas se parece, de algún modo, a un transformista, a alguien que se trasmuta en otros. Al definir a sus personajes se define además a sí mismo. En el escenario de las páginas en blanco adopta los ropajes, las actitudes, las miradas de aquellos que retrata, y, poco o mucho, es necesario que se identifique con todos ellos antes de darles voz. Antonio Gamoneda (1931), galardonado entre otros premios con el Premio Cervantes, en el año 2006, es conocido sobre todo como poeta. Pero también tiene algunas obras en prosa como ‘El libro de los venenos’, reescritura de un texto del botánico y médico Discórides. El libro ‘Cuentos de León’ de la editorial Rimpego incluye un amargo y sarcástico relato de este longevo autor. Titulado ‘Relación de don Sotero’, da cuenta en primera persona de una de las transmigraciones del personaje del mismo nombre, un viejo hedonista, antiguo gestor, de temperamento melancólico, satisfecho con el funcionamiento de su hígado, que entretiene el tiempo abriendo viejos armarios y disfrazándose con lo que encuentra para escandalizar a su criada, o cocinando elaborados platos. Ha perdido a sus tres amigos, Barniaga, Carniago y don Vittorio, mirados en la distancia con benevolencia y cierta añoranza, a los que invitaba a comer a casa. Le visitaban además, una vez al mes, dos hermanas que no se hablaban, con una herencia en ‘pro diviso’, a las que recibía en su casa para agenciar sus asuntos. Atendido por una criada, Alconides, a la que no da mucho trabajo. Por último padece la compañía de un hijo, llamado Soterito, afeminado y pelma, que después de la paliza que le da su padre, decide vengarse y acaba matándole. Así, de ese modo trágico, se cierra una de las vidas de Don Sotero. Retrato de las rutinas especiales de alguien que sobrelleva la vida lo mejor que puede hasta que, en un arrebato, la emprende a bastonazos con su hijo, por no comportarse como es debido en la mesa. En la atmósfera decadente que envuelve al personaje se refleja el tedio provinciano, la irresoluble desesperanza de unas vidas perdidas, que las pequeñas ciudades sepultan en un anonimato gris y uniforme; proclives a bruscos cambios de humor, a una violencia soterrada que estalla dando salida a una frustración latente. Atmósfera barroca, a la que los sofisticados platos de don Sotero, mientras Soterito permanece en el baño rumiando la venganza, dan una dimensión final de refinada elegancia, presente a lo largo de todo el relato. El escritor, Gamoneda, se trasmuta en don Sotero, vive por unas horas, el tiempo que le lleva pergeñarlo, en una piel que no es la suya. Se ofrece por último en sacrificio expiatorio a alguien que desprecia, a un hijo que encarna a todos los hijos humillados por el padre de la horda, crimen ritual, repetido, que Freud describe en «Tótem y tabú» como origen de la civilización y la cultura.

Primera página del relato ‘Relación de don Sotero’ publicado en el libro ‘Cuentos de León narrados por…’ (Ed. Rimpego, 2014).
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