Gustavo Martín Garzo

«La escritura del cuerpo», un artículo de Ildefonso Rodríguez dedicado a Gamoneda en el nº 2 de ‘Un ángel más’

La revista «Un ángel más» (Casa Revilla, Fundación Municipal de Cultura, Valladolid), que dirigieron Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega y Miguel Suárez, dedicó en su Nº 2, publicado en otoño 1987, un amplio dossier al poeta Antonio Gamoneda, que coordinó Miguel Casado.

En ese dossier apareció originalmente este texto, que se publica ahora de nuevo, tal cual era entonces, por gentileza del autor (que ha tenido la generosidad de transcribirlo):

LA ESCRITURA DEL CUERPO

Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Ildefonso Rodríguez. Foto: Eloísa Otero.

Lo que ahora muestro es solo mi actividad de lector: un conjunto de estampas, de postales extraídas de unos textos para mi gusto y claridad. Elaboré, con rachas de pasión, un panorama, un aparato semejante a un estereoscopio antiguo y me asomé a él una y otra vez. Mucho quedó fuera, pero yo tuve que elegir. Es seguro que todo, en la poesía de Antonio Gamoneda, pueda verse desde puntos invertidos y contrarios a la visión que yo me representé, pues incluso esta para mí es ocasional (basta que yo vuelva a su lectura para que ya aparezca otra y muy diferente, y ahí reside uno de los valores altos de esta poesía, en ser irreducible como pocas).

Si mi elección fue ajustada, si tuve buen o mal gusto al escoger, es algo, obviamente, ajeno a los textos. La que allí quedó, extendido sobre aquel mostrador, es mucho más, hasta la cara oculta de esa escritura, la que yo nunca llegué a ver. Pero eso es lo que traje conmigo y ahora lo expongo desde la amistad con tal poesía, amparándome en una forma de confianza que, con todo, no deja de intimidarme.

La escritura poética de Gamoneda gana a sus lectores por el despliegue de una energía poco común, una atracción en la que el propio lector obtiene la experiencia continuada y muy específica de su acto de lectura. Es como si, al leer, se le representase de un modo nada virtual y en cambio muy corpóreo, vívido, una naturaleza que le pertenece y a la que él mismo pertenece; se le ofrece un organismo que roza y se comunica con sus propios sentidos, con la sensibilidad absoluta (no parcial, no ideal o figurada) de su cuerpo. El lector pone en suspensión su hábito común de mirar un texto, de pensarlo y entenderlo. Abre los ojos sobre la escritura y obtiene sensaciones de tacto, de paladeo, de audición, advierte un bullir de movimientos en su interior. Crecen en él materias y sustancias que desconocía y las incorpora, de un modo natural, a su repertorio, ilimitado ya, de experiencias en lo que entiende por mundo. Ve también nuevos objetos que, le parece, podría pesar con la mano o bajo cuyas sombras sería capaz de reposar.

Pero toda esa sustancialidad, esa corpulencia en la que se amplifica el lector, no es más que palabras, vocablos que él mismo reconoce, después, como semejantes e idénticos a los de su habla común. Y vuelve al texto y otra vez esas palabras se le transmutan por efecto de una combinatoria en apariencia muy evidente, se recubren, generan un cuerpo inesperado, pero también reconocible desde el sensorio del lector. No solo los nombres y los adjetivos portadores de color o sinestesia poseen tal vivacidad, pues hasta las partículas, los adverbios, se comportan de modo semejante, se espesan, forman grumos, les crecen pestañas vibrátiles. Y en cuanto a los propios textos, tanto da si son dilatados (un conjunto casi absoluto como la Descripción de la mentira) o bien son prosas, iluminaciones fragmentarias y formas muy breves como las que se componen en las Lápidas. Siempre el lector asiste al mismo fenómeno: una poesía que le cubre y se deja cubrir, que espumea, que desborda sus límites (aun en el caso de que alguna poesía los tenga).

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Dossier sobre Gamoneda en el Nº 2 de la revista «Un ángel más» (1987)

La revista «Un ángel más», que dirigieron Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega y Miguel Suárez en Valladolid, dedicó en su Nº 2, publicado en 1987, un amplio dossier al poeta Antonio Gamoneda, que coordinó Miguel Casado.

Sobre Miguel Delibes: ‘Creación, muerte, recuerdos…’ (2010)

Miguel Delibes en una foto tomada en 1998.

Delibes: creación, muerte, recuerdos

Por ANTONIO GAMONEDA
Artículo publicado en EL NORTE DE CASTILLA el 16 de marzo de 2010

En estos días se han dicho muchas cosas de Miguel Delibes; del escritor vivo, grande y justamente celebrado, y se han sucedido, también numerosas, las lamentaciones derivadas de su desaparición. Creo que ahora mismo, hoy, es, y seguirá siéndolo durante algún tiempo, perfectamente ingenua la pretensión de aportar reflexiones o ponderaciones que puedan estimarse originales, profundas o novedosas. En tiempo venidero, no muy cercano, como ya tengo sugerido, se producirá el devenir de estimaciones y estudios abarcadores de una vida y una obra cumplidas en una razonable abundancia, sin perjuicio de que esta apreciación (la que se completa con la noción de «una razonable abundancia») sea difícilmente comprensible y aceptable ahora, desde la tristeza inmediata que la muerte proporciona.

Estas estimaciones y estudios se darán cuando contemos con una perspectiva menos sentimentalizada. Vendrán, incorporando objetividad, las caracterizaciones y juicios de valor que convienen a un creador que ya es historia. No estoy, no quiero estar, enredando hipótesis ni hipérboles, ni haciendo suposiciones extremadas. ¿Quién, cinco o quince días después del trance mortal, habría sido capaz de una visión y una interpretación totalizadoras en los casos -creo que non malos ejemplos- de Cervantes o de Juan de Yepes, llamado sea también, este segundo, por si el lector lo prefiere, San Juan de la Cruz?

Yo conocí a Delibes hace, pongamos, treinta y cinco o cuarenta años, cuando le invité a dar una conferencia en León. Cruzamos alguna carta y alguna llamada y dio la conferencia; una conferencia dispuesta con sencilla y, a la vez, refinada inteligencia, que tenía como fondo la diversidad paisajística de León provincia, y la tipología, también diversa, de sus pobladores, referidas, ambas diversidades, al espacio rural principalmente. Cenamos juntos, con otras dos o tres personas, y yo diría que fue en la cena cuando Delibes dictó la conferencia en profundidad, añadiendo pronunciamientos críticos –positivamente críticos, en su mayor parte aunque no en su totalidad–, denotativos de un más alto grado de comprensión geopolítica y humana que el que dispuso para la conferencia. Llaneza –incluso en las ya aludidas precisiones críticas–, cordialidad en todo momento y un «hasta pronto» o algo por el estilo, que, lamentablemente, no se logró en su prontitud.

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‘Un deber desconocido’, por GUSTAVO MARTÍN GARZO (2007)

El escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo.

El escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo.

[Artículo publicado en el diario EL PAÍS / Opinión 23-04-2007]

«UN DEBER DESCONOCIDO»

Por GUSTAVO MARTÍN GARZO

Conocí a Antonio Gamoneda a mediados de los años ochenta. Entonces, un grupo de amigos habíamos puesto en marcha un pequeño proyecto editorial y queríamos reeditar Descripción de la mentira, uno de sus títulos míticos. En ese tiempo, Antonio Gamoneda, a pesar de su temprana dedicación a la poesía, sólo había publicado tres libros: Sublevación inmóvil (1960), Blues Castellano (1965) y Descripción de la mentira (1977). Los tres eran prácticamente inencontrables y pasaban de mano en mano en fotocopias que hacían sus lectores. Aún recuerdo la impresión que me causó la lectura de Descripción de la mentira, tanto por la belleza y la fuerza de sus palabras e imágenes como por su tono de encendida ira ante la injusticia. Aquel libro me reveló algo que luego el tiempo, y los nuevos libros de Gamoneda, no han hecho sino ratificar: que su obra es una de las más hondas, perturbadoras y hermosas de la poesía escrita en nuestra lengua durante la segunda mitad del siglo que acaba de terminar.

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