José Ángel Valente

Antonio Gamoneda en «Poemas a Valente» / [Hay una astilla de luz]

portada valente

POEMAS A VALENTE
(Introducción y edición de Saturnino Valladares)
Universidad de Santiago de Compostela, 2019.
Editado por la Cátedra José Ángel Valente de Poesía e Estética,
dirigida por el poeta y profesor Claudio Rodríguez Fer.

El poeta gallego Saturnino Valladares, profesor de la Universidade Federal do Amazonas (Brasil), reúne en este libro 41 composiciones de distintos autores dedicadas al poeta José Ángel Valente (Ourense 1929 – Ginebra, Suiza 2000) durante los siglos XX y XXI. Como todos los libros de la Cátedra Valente, este reproduce en su cubierta una obra de arte afín a la estética del poeta ourensano, en este caso «Collage 2015″de la artista gallega Julia Huete.

Antonio Gamoneda participa con un poema en este libro, junto a autores como Vicente Aleixandre, Pere Gimferrer, Juan Gelman, Blanca Varela, José Agustín Goytisolo, Alfonso Costafreda, Bernard Noël, Jacques Ancet, José Miguel-Ullán, Noni Benegas, Jorge Riechmann, Luz Pozo Garza, Ana Gorría, Antonio Méndez Rubio, Ada Salas o Claudio Rodríguez Fer, entre otros.

Páginas 90 y 91 del libro, con poemas de Gamoneda y Gelman (el de Gelman está incompleto, pues continúa en la página siguiente).

Reproducimos los párrafos de Saturnino Valladares, relacionados con Gamoneda, que aparecen en la introducción de Poemas a Valente’: (más…)

Valente y Gamoneda en el primer número de la revista de poesía «La alegría de los naufragios» (1999)

La portada.

Náufragos alegres

Por RUTH TOLEDANO
[Este artículo apareció en la edición impresa de El País, el viernes 10/09/1999]

Cuántas veces hemos temido hundirnos para siempre bajo este mar de asfalto e impostura, insignia de este buque encallado en la meseta que, con la proa mirando a Francia desde el decorado de astilleros de la Plaza de Castilla y con la popa al aire tantas veces tórrido que se condensa en Atocha como una letanía magrebí, muchas tardes parece contagiar a su pasaje de la extenuación del estatismo. Madrid se diría anclada por su prosaico peso de ediles almiranticios de dorado botón y de vulgares grumetes de rebelión tosca: «Puta», puede leerse en el pedestal de La Violetera, horrendo mascarón que jamás hubiera querido para sí Pablo Neruda y mucho menos para su Isla Negra. Hasta ahí, sin deriva, hasta esa roca bisilábica parecía llegar la dialéctica realidad de nuestro urbano naufragio. Afortunadamente, no. Pues hay en Madrid quienes intuyen que el mapa de nuestra deriva brilla al sol como una piel salpicada de gotas que contienen todas las imágenes que el pensamiento pueda hacer posibles y que se formula en versos como en olas dice sus frases el mar. Son los alegres náufragos, los que saben que nuestra mirada puede seguir leyendo las metáforas que escribe el horizonte infinito y que es, precisamente, el naufragio el más ancho trayecto, aquél donde encuentran los ojos el espacio más amplio. Por eso su alegría, la alegría contestataria y lúcida del pensamiento, de quien es la poesía la mejor compañera.

Mano a mano van pensamiento y poesía en la revista La alegría de los naufragios, cuyo primer número, que ha aparecido recientemente en Madrid y que publica Huerga y Fierro, es como un pequeño bote salvavidas que cuelga alegremente del oxidado casco de este buque encallado que es nuestra prosaica ciudad, la de la («Puta») Violetera que nada tiene que ver con esa «tradición de lo moderno» que «profundiza en un diálogo infinito con el presente y el futuro», como declara el editorial de su primer número. El editorial habla de infinito y también de tradición y futuro, pretendiendo mirar la realidad como debe mirarse: con la ancha perspectiva de un náufrago cuyo horizonte es amplio. Porque tradición, la mejor tradición, son ya los poetas José Ángel Valente o Antonio Gamoneda (capitanes de los de verdad, de los que nunca abandonan su barco). La tradición que queremos en Madrid, no la de toscos grumetes de la palabra. Si empiezan a hablar aquí Valente o Gamoneda, junto con tantos otros poetas que forman la alegre tripulación de este número, es que el futuro puede por fin estar a la vista. Que ellos hablen en Madrid me parece un acontecimiento de orden cívico, de intervención ciudadana, concepto muy poco practicado actualmente y que se confunde con una exasperante e inútil sarta de respuestas políticas de profesión a una exasperada e inútil sucesión de quejas y ruegos de corte vecinal. Los pensadores y los poetas, por su parte, lo que hacen es preguntas a la sociedad, para establecer así un diálogo necesario, para profundizar en una realidad que no acaba en la desesperante zanja, para hacer que también la ciudad piense y que se conozca y que pudiera contestarse. Hacen falta poetas en la ciudad. Digo poetas universales, no burdos bardos de barrio. Poetas de los que saben que el drama de la fealdad, de la incompetencia, de la especulación, del encallamiento, es sólo producto de una visión ramplona y vana de la superficie del mundo. Si los políticos municipales atendieran, si entendieran un discurso que va mucho más allá de la horrenda fuente, del absurdo túnel, del botón de ancla, quizá fuera posible que la ciudad se convirtiera en un espacio más culto, más subjetivo, más abierto, más proclive a dar credibilidad a las visones creadoras del pensamiento, ese que sabe, por ejemplo, que La Violetera, aparte del «Puta» que reza desde hace unos días la pintada de su pedestal, es «Regresora», «Horrible», «Ridícula». Pero, como dice José Ángel Valente: «La relación del escritor con la órbita del poder, de lo político, podría estar sujeta a un simple lema: Ubi nihil vales, ibi nihil voles. Lo que en lengua llana cabría trasladar así: Donde nada vales, nada quieras».

Yo saludo, con la alegría del náufrago, la aparición de este mar de palabras, simplemente porque añade visión a nuestro horizonte, porque lanza poemas no como si fueran un arma cargada de un futuro inmediato, sino como si fuera un armador que pudiera recomponer un buque hundido por el peso sin futuro de incomprensibles y idílicos ripios. Y a través de un conocimiento poético de la realidad podríamos, como también dice Valente, «modificar nuestros sistemas de percepción y expresión». Lo que se entiende por futuro.

Índice del nº 1 de la revista ‘La alegría de los naufragios’.

Los maravillosos años 60

«Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma y Antonio Gamoneda le entregaron a España una estética que aún mantiene sus réplicas. Sin duda, una década a la que debemos repasar para comprender el XX y entender los umbrales de la nueva centuria»

[Reproducimos un artículo que el escritor, editor y analista político peruano Harold Alva ha publicado en su blog «Apuntes de Occidente», en el diario peruano Expreso, el domingo 2 de septiembre del 2018]

Por HAROLD ALVA

En 1968 Antonio Cisneros publicó “Canto ceremonial contra un oso hormiguero”, Mirko Lauer “Ciudad de Lima”, Manuel Morales “Poemas de entrecasa”, Julio Ortega “Las viñas de Moro” y Antonio Cillóniz “Verso vulgar”, pero el 68 no significó únicamente la ruptura con una forma escritural que le abrió la puerta a un nuevo proceso, el 68 significó la irrupción de las fuerzas armadas encabezadas por el general Velasco quien instauró un régimen al que denominó gobierno revolucionario, periodo del que soy crítico respecto a la forma como se realizaron las reformas.

Los 60 fueron los años de Cuba y del Che, de la primavera de Praga, del movimiento hippie; años en los que la libertad fue una palabra que se podía tocar y nuestros jóvenes eran militantes de la utopía. En Estados Unidos floreció la Beat Generation (surgida a fines de los 40), aquel grupo de intrépidos muchachos cuyas propuestas marcaron el horizonte de los 60: Allen Ginsberg, William Burroughs, Jack Kerouac, Neal Cassady, Carl Solomon, Philip Lamantia, Gregory Corso, Peter Orlovsky y el legendario Lawrence Ferlinguetti, poeta y maestro de todos los editores.

Al otro lado del atlántico, la literatura había superado la dispersión de los poetas de la guerra civil, consolidado una promoción de poetas de la post guerra, fortalecido en los 50 una poesía social que agotadas sus fórmulas abrió una senda a la que denominaron poesía de la experiencia: si el drama exterior no les decía nada, parafraseando a Calvino, acudieron al drama interior y volvieron entonces a los viejos temas, los personalísimos: lo cotidiano, la infancia, el amor, el tiempo y con ellos Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma y Antonio Gamoneda, le entregaron a España una estética que aún mantiene sus réplicas. Sin duda, una década a la que debemos repasar para comprender el XX y entender los umbrales de la nueva centuria.

Cuatro conferencias de Gamoneda en un libro sobre JOSÉ ÁNGEL VALENTE (2007)

ANTONIO GAMONEDA
Valente: texto y contexto
Publicaciones de la Cátedra José Ángel Valente de Poesía y Estética.
Número 3 de la colección que dirige Claudio Rodríguez Fer.
Universidade de Santiago de Compostela, 2007.

«José Ángel Valente, en la segunda mitad del siglo XX, de una manera que resulta amplificadora de la posición análoga de Juan Ramón Jiménez, concibió la poesía como una realidad sensible e inteligible más allá de la literatura. Asimismo, entendió de una manera privilegiada otros aspectos de esta realidad; supo también que la poesía, ejercicio de soledad, no es «empaquetable» en pasajeras generaciones, ya que, en su origen y en su valor, es radicalmente individual y subjetiva, y, lo es sobre todo en el acto de su creación». Antonio Gamoneda

El libro está dividido en cuatro capítulos, en los que se recogen las cuatro charlas sobre Valente impartidas por Antonio Gamoneda en la Cátedra:

  • El pensamiento poético de Valente
  • Valente y sus coetáneos
  • Valente y yo mismo
  • Lectura comentada de poemas de Valente 

Discurso de ANTONIO GAMONEDA al recibir el PREMIO CERVANTES 2006

[Discurso pronunciado por ANTONIO GAMONEDA en la Universidad de Alcalá de Henares, el lunes, 23 de abril de 2007, al recibir el Premio Cervantes 2007.

En el archivo de rtve.es se puede ver un vídeo y escuchar el discurso íntegro]

Archivo rtve.es.

Archivo rtve.es.

Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señora Ministra de Cultura, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, señoras, señores, amigas, amigos: Quiero, antes de entrar en mi exposición, dirigirme al Jurado que pensó en mí para conceder este reconocimiento. Por respeto a su autoridad crítica, no diré que el galardón me sobrepase. Únicamente, con emoción, muchas gracias.

Señor:
Recibir de manos del Rey de España el Premio Cervantes, ciento cuarenta y cuatro días después de que Su Majestad La Reina me conmoviese en una circunstancia que ha resultado premonitoria, es un hecho cierto que, habiendo ocurrido ya en mi vida, permanece, sin embargo, en el espacio de lo increíble.

Increíble y cierto. Han venido a mí estas dos palabras y, de inmediato, me he dado cuenta de que, sin saberlo ni dejar de saberlo, ya estaba hablando de mis causas y convicciones. Increíble y cierta es también, en su esencialidad, la poesía.

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