Lápidas

«La escritura del cuerpo», un artículo de Ildefonso Rodríguez dedicado a Gamoneda en el nº 2 de ‘Un ángel más’

La revista «Un ángel más» (Casa Revilla, Fundación Municipal de Cultura, Valladolid), que dirigieron Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega y Miguel Suárez, dedicó en su Nº 2, publicado en otoño 1987, un amplio dossier al poeta Antonio Gamoneda, que coordinó Miguel Casado.

En ese dossier apareció originalmente este texto, que se publica ahora de nuevo, tal cual era entonces, por gentileza del autor (que ha tenido la generosidad de transcribirlo):

LA ESCRITURA DEL CUERPO

Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Ildefonso Rodríguez. Foto: Eloísa Otero.

Lo que ahora muestro es solo mi actividad de lector: un conjunto de estampas, de postales extraídas de unos textos para mi gusto y claridad. Elaboré, con rachas de pasión, un panorama, un aparato semejante a un estereoscopio antiguo y me asomé a él una y otra vez. Mucho quedó fuera, pero yo tuve que elegir. Es seguro que todo, en la poesía de Antonio Gamoneda, pueda verse desde puntos invertidos y contrarios a la visión que yo me representé, pues incluso esta para mí es ocasional (basta que yo vuelva a su lectura para que ya aparezca otra y muy diferente, y ahí reside uno de los valores altos de esta poesía, en ser irreducible como pocas).

Si mi elección fue ajustada, si tuve buen o mal gusto al escoger, es algo, obviamente, ajeno a los textos. La que allí quedó, extendido sobre aquel mostrador, es mucho más, hasta la cara oculta de esa escritura, la que yo nunca llegué a ver. Pero eso es lo que traje conmigo y ahora lo expongo desde la amistad con tal poesía, amparándome en una forma de confianza que, con todo, no deja de intimidarme.

La escritura poética de Gamoneda gana a sus lectores por el despliegue de una energía poco común, una atracción en la que el propio lector obtiene la experiencia continuada y muy específica de su acto de lectura. Es como si, al leer, se le representase de un modo nada virtual y en cambio muy corpóreo, vívido, una naturaleza que le pertenece y a la que él mismo pertenece; se le ofrece un organismo que roza y se comunica con sus propios sentidos, con la sensibilidad absoluta (no parcial, no ideal o figurada) de su cuerpo. El lector pone en suspensión su hábito común de mirar un texto, de pensarlo y entenderlo. Abre los ojos sobre la escritura y obtiene sensaciones de tacto, de paladeo, de audición, advierte un bullir de movimientos en su interior. Crecen en él materias y sustancias que desconocía y las incorpora, de un modo natural, a su repertorio, ilimitado ya, de experiencias en lo que entiende por mundo. Ve también nuevos objetos que, le parece, podría pesar con la mano o bajo cuyas sombras sería capaz de reposar.

Pero toda esa sustancialidad, esa corpulencia en la que se amplifica el lector, no es más que palabras, vocablos que él mismo reconoce, después, como semejantes e idénticos a los de su habla común. Y vuelve al texto y otra vez esas palabras se le transmutan por efecto de una combinatoria en apariencia muy evidente, se recubren, generan un cuerpo inesperado, pero también reconocible desde el sensorio del lector. No solo los nombres y los adjetivos portadores de color o sinestesia poseen tal vivacidad, pues hasta las partículas, los adverbios, se comportan de modo semejante, se espesan, forman grumos, les crecen pestañas vibrátiles. Y en cuanto a los propios textos, tanto da si son dilatados (un conjunto casi absoluto como la Descripción de la mentira) o bien son prosas, iluminaciones fragmentarias y formas muy breves como las que se componen en las Lápidas. Siempre el lector asiste al mismo fenómeno: una poesía que le cubre y se deja cubrir, que espumea, que desborda sus límites (aun en el caso de que alguna poesía los tenga).

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«Siempre había más presos que naranjas», una exposición de José María Guijarro en el Museo Barjola

Este viernes 8 de abril, a las 19 horas, se inaugura en el Museo Barjola (C/ Trinidad 17, Gijón) la exposición «Siempre había más presos que naranjas», del artista manchego José María Guijarro, gestada al amparo de la poesía de Antonio Gamoneda y, más en concreto, de uno de los versos del libro Lápidas. Se podrá visitar hasta el 12 de junio de 2022.

Sucedían cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos: siempre había más presos que naranjas.

Cruzaban bajo mis balcones y yo bajaba hasta los hierros cuyo frío no cesará en mi rostro. En largas cintas eran llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del río antes de entrar en la tiniebla de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad avergonzada.

ANTONIO GAMONEDA
Del libro ‘Lápidas’ (1977-1986)

Reproducimos el texto de la comisaria de la muestra, Laura Gutiérrez.

SIEMPRE HABÍA MÁS PRESOS QUE NARANJAS

José Mª Guijarro

Por LAURA GUTIÉRREZ

Licenciado en Filosofía y Letras, su obra se caracteriza, entre otras cosas, por la simbiosis entre pensamiento y objeto desarrollando una práctica artística fundamentada, según sus propias palabras, en la defensa de que, en el arte como en la vida, el reto consiste en “intentarlo y fracasar, en fracasar cada vez mejor”.

Este artista es, sin duda, uno de los creadores conceptuales españoles más sobrios e interesantes. Ha realizado numerosas muestras individuales, entre otras, en el Museo de Bellas Artes de Santander, en el CAB de Burgos, en Heinrich-Heine-Institute in coperation with Mahn-und Gedenkestätte and Jüdischen Gemeinde Düsseldorf. La última ha sido en 2018 “Negra leche del alba” en la Galería F2 de Madrid. Cuenta además con obras en colecciones tan destacadas como las del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), la Fundación ARCO, el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano de Valladolid, el Banco de España y el Artium de Vitoria, entre otras.

En su trabajo, desde el principio, el poso del interés por la reflexión —filosófica, matemática…— vinculada al lenguaje y a la expresión literaria y poética, se traduce en la plasmación de una obra contundente, tanto en lo formal como en lo conceptual. Él mismo nos ayuda con la palabra a vislumbrar la poética de su expresión, manejando en sus afirmaciones las claves para seguir el rastro creativo: “Siempre me ha gustado lo que Wittgenstein viene a decir en el Tractatus: el lenguaje es una pintura del mundo. El lenguaje originario era el lenguaje hablado, la escritura vino después, y en el habla son significantes, además de la palabra, el ritmo, la entonación, la melodía”.

En esta ocasión la exposición planteada en el Museo Barjola se gesta al amparo de la poesía de Antonio Gamoneda. La frase ‘siempre había más presos que naranjas’ de uno de sus versos, da la pauta del poemario plástico con el que nos encontraremos.

José María Guijarro estructura piezas de armónico silencio enlazando elementos que tejen un relato escondido bajo el manto de la expresión plástica. Avanza y entra de lleno en un viaje con el espectador con el que recorrerá, mano a mano, subido a la estela de algunos de los versos de Gamoneda publicados en el libro Lápidas, el difícil camino del recuerdo vinculado al olvido, ofreciéndonos “toda la rotundidad y el silencio del que es capaz la palabra” según reza en la sinopsis del propio libro.

José María Guijarro. Fotografía: Arnaldo García / El Comercio.

[Vi la sombra perseguida por látigos amarillos…], un poema de ‘Lápidas’, de Antonio Gamoneda

Poema de ‘Lápidas’, en versión manuscrita por Antonio Gamoneda.

:: Un poema de ‘Lápidas’

Vi la sombra perseguida por látigos amarillos,

ácidos hasta los bordes del recuerdo,

lienzos ante las puertas de la indignación.

Vi los estigmas del relámpago sobre aguas inmóviles, en extensiones visitadas por presagios;

vi las materias fértiles y otras que viven en tus ojos;

vi los residuos del acero y las grandes ventanas para la contemplación de la injusticia (aquellos óvalos donde se esconde la fosforescencia):

era la geometría, era el dolor.

ANTONIO GAMONEDA

De Lápidas (1977-1986), en Edad, 1987.

Dos improvisaciones (palabras, música) de Ildefonso Rodríguez para Gamoneda (2006)

[Este texto, que sirvió de introducción a un pequeño concierto de Ildefonso Rodríguez, fue leído en París, en el Instituto Cervantes, el 4 de mayo de 2006, en unas jornadas dedicadas a Antonio Gamoneda. Es inédito:]

DOS IMPROVISACIONES (PALABRAS, MÚSICA)
PARA ANTONIO GAMONEDA

Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Ildefonso Rodríguez.

Aquí estamos, sentados alrededor de la persona y la obra de Antonio Gamoneda y con los buenos amigos. Un privilegio del que haré, lo anuncio ya, doble uso y de un modo un tanto desacostumbrado para mí.

Cuando Félix Blanco me invitó a participar en esta mesa, dejó caer el deseo de que viniera con mi saxo y, une sortie en beauté (así me tentó Félix) tocara algo. Me resistí, no veía fácil el modo de insertar entre lecturas mi sonido, mi fraseo musical. Pero Félix insistió, supo convencerme. Y entonces empezó el trabajo de imaginar un acomodo para el saxo en esta reunión. Empezaron los tormentos. ¿Debería renunciar a mi pequeña lectura sobre la poesía de Gamoneda? ¿O no, y entonces el saxo vendría a ser como un invitado de última hora, la entrada de un músico callejero?

Ahí me mantuve, en la pura indecisión: no arrancaba ninguna escritura, no veía sin más el saxo en la reunión.

Hasta que me pareció encontrar un encaje, la vía de acceso. Lo que diré ahora no es una justificación, pero voy a explicarme.

Entre las cosas que he sido y soy en la vida, está el ser músico, saxofonista, y el ser lector apasionado de Antonio Gamoneda. Y sucede que, en algunos momentos, ambas actividades ya se han cruzado: he leído la poesía de Gamoneda como si, (como si) estuviera escuchando una música poderosa y. sin demasiadas cábalas, la he intentado describir en algunos textos. En el pequeño ensayo Las músicas de Gamoneda, escribí:

«La música es uno de los elementos constitutivos del espacio poético abierto por Gamoneda (…); siendo yo músico, voy a exponer conceptos que manejaría con un colega de la profesión; no me referiré a la música como metáfora, un más allá de la palabra poética. Por el contrario, intentaré mantener una especie de diálogo con los textos sintiéndolos, oyéndolos, bajo categorías musicales. Es decir, considerando que Gamoneda es, con propiedad, un músico».

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Poema ‘Cuerda de presos’ en la placa de la casa donde Gamoneda pasó su infancia en León

Gamoneda y su esposa, María Ángeles Lanza, bajo la placa en la casa de la calle Dr. Fleming (León). Foto: Jesús / Diario de León.

Gamoneda y su esposa, María Ángeles Lanza, bajo la placa en la casa de la calle Dr. Fleming (León). Foto: Jesús / Diario de León.

Sucedían cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos: siempre había más presos que naranjas.

Cruzaban bajo mis balcones y yo bajaba hasta los hierros cuyo frío no cesará en mi rostro. En largas cintas eran llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del río antes de entrar en la tiniebla de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad avergonzada.

ANTONIO GAMONEDA
Del libro ‘Lápidas’ (1977-1986)

Este es el poema que figura en la placa de la casa donde pasó su infancia Gamoneda, en el nº6 de la Avenida Dr. Fleming de León.

Bajo esta cita de su libro ‘Lápidas’, la placa explica que en esa casa del barrio leonés del Crucero vivió su infancia el poeta Gamoneda, entre 1934 y 1941. El propio escritor comentó en noviembre 2007, poco antes de descubrir la placa, lo siguiente:

«En esta lápida se da un fragmento de un poema mío que (lo que son las casualidades) pertenece a un libro titulado ‘Lápidas’. Y también es cierto que en esta casa de la carretera de Zamora, en el segundo piso, viví mi infancia, y desde ese balcón veía una panadería que ya no está. Esto es un honor y motivo de agradecimiento serio. Pero este honor es secundario, pues desde mi punto de vista la importancia de la placa es que es el primer testimonio física y moralmente presencial en la ciudad de León (y puede que en España) de un hecho que se relata en la misma; y es que desde las vías y en dirección a San Marcos, muchos días largas cuerdas de presos atados de tres en tres caminaban en dirección a ese penal. Este testimonio del carácter de aquella represión es lo que tiene importancia, tanto para mí como para León, importancia mucho mayor que el honor que se me otorga. Muchas gracias por esta placa en mi nombre y en el de todos los leoneses».

Palabras para Gamoneda de Olvido García Valdés

Olvido García Valdés. © Su Alonso-Inés Marful.

Olvido García Valdés. © Su Alonso-Inés Marful.

[Artículo publicado en el número 4 de la revista Minerva, editada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2007, dentro del dossier dedicado a Antonio Gamoneda

El cinturón de álamos es oloroso bajo los manantiales de marzo y en los vertederos se insinúan flores lívidas junto a la fermentación de las hogueras subterráneas. Son las flores cándidas y venenosas de los extrarradios y su fertilidad conduce a la infancia, a una población de establos en el camino de Trobajo, donde existía un vértigo azul presidido por el milano y animales muertos entre las sendas y las viñas. Eran los días grandes. Para siempre, la ciudad fue fundada en la claridad del miedo.

Lápidas (1977-1986)

Por OLVIDO GARCÍA VALDÉS

Un poema es un lugar raro. De la mayor fijeza —lápida— y, al tiempo, de una extraña movilidad —conducto, vértigo—. Exacto y veloz, nos afecta de un modo difícil de aprehender. Cómo funciona eso que nos afecta. Cómo se propaga cierto reverberar, cómo encarna en sucesivas membranas la resonancia de una inflamación.

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‘Gamoneda: La construcción del olvido’, por JORGE FERNÁNDEZ GONZALO, en ‘452º Fahrenheit’ (2011)

‘ANTONIO GAMONEDA:
LA CONSTRUCCIÓN DEL OLVIDO’,

En (haz click:) 452º Fahrenheit. Revista electrónica de teoría de la literatura y literatura comparada, 4 (2011), pp. 56-67.

Por JORGE FERNÁNDEZ GONZALO

Resumen.- Nuestro estudio trata de analizar el concepto de memoria y olvido en la producción poética de Antonio Gamoneda a través de obras como ‘Descripción de la mentira’, ‘Lápidas’, ‘Libro del frío’ o ‘Arden las pérdidas’, y en relación al período histórico que le tocó vivir al autor.

0. La poesía de Antonio Gamoneda

Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) fue un poeta «olvidado» durante mucho tiempo por lo que a manuales de literatura y antologías al uso se refiere. Sin embargo, los últimos años han servido para relanzar su carrera y situarla junto a otros autores de su generación como son Ángel González, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente. La obtención del premio Cervantes en 2006 serviría para culminar una trayectoria que se había iniciado con un puñado de poemas publicados en revistas bajo el título de La tierra y los labios (1949), y con el libro Sublevación inmóvil, accésit del prestigioso premio Adonáis, en 1960. Sin embargo, muchos de sus siguientes libros sufrieron o el parón de la censura, como es el caso de Blues castellano (que no se publicaría hasta veinte años después de su confección), o cierto prestigio académico que no se tradujo en éxito mediático, como en uno de sus principales poemarios, Descripción de la mentira (1977), sobre el cual hablaremos detenidamente en estas páginas. Sus libros mayores, Libro del frío y Arden las pérdidas, constituyen un soplo de aire fresco para un panorama literario anclado a menudo en fórmulas consabidas, en modas, pero no en poetas auténticos, en obras de relieve.

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«A LA ESCUCHA» / Un texto de Amelia Gamoneda en la carpeta ‘Extravío en la luz’

Portada de la carpeta "Extravío en la luz", de Antonio Gamoneda.

Portada de la carpeta «Extravío en la luz», de Antonio Gamoneda.

La carpeta Extravío en la luz, de Antonio Gamoneda, fue editada por la Escuela de Arte de Mérida en Marzo de 2008, con motivo del 75 aniversario del centro, en la preciosa colección que coordina el pintor Javier Fernández de Molina.

La carpeta incluye:

  • Un preámbulo con dos textos de la hija del poeta, AMELIA GAMONEDA –el que aquí transcribimos, ‘A la escucha’, y el titulado ‘Entre memorias’–.
  • 17 grabados del poeta y artista JUAN CARLOS MESTRE.
  • Seis poemas de ANTONIO GAMONEDA.

A LA ESCUCHA

Por AMELIA GAMONEDA

Quiere el uso que no haya consanguinidad ni parentesco entre presentador y presentado, o entre crítico y poeta, o entre exégeta y artista. La precaución, ya se sabe, tiene que ver con un prurito de objetividad que se deduce –supuestamente– de la distancia biológica o de la falta de una relación socialmente contratada entre ambos. Me pregunto si dicha distancia ha de ser también considerada indispensable para el caso básico del autor y su lector. Y lo hago, naturalmente, para llevar a un extremo algo ridículo todas estas prevenciones: sólo faltaba que yo no pudiera ser lectora de mi padre.

En realidad, la objetividad no es tan deseable. En la lectura de la obra de alguien o en su presentación o incluso en su estudio crítico, no son particularmente malvenidas las notas que delatan el conocimiento intenso o íntimo del autor, como tampoco se desdeñan las implicaciones afectivas confesadas que uno pueda tener con él o con su escritura. Esto hace tolerable e incluso conveniente que el oficio de presentador lo desempeñe un amigo del escritor, y no explica que siga pesando una inhabilitación para este cargo sobre quien posee vínculos amorosos o de parentesco; sólo queda pues una causa para este interdicto, y se llama pudor.

¿Qué pudor? El que nace de un equívoco: se supone que el consanguíneo o el vinculado por el afecto amoroso va a exhibir una intimidad desvinculada de la escritura, se supone que va a sentarse en la mesa de presentación como quien se sienta en el plató de un programa del corazón. Es mucho suponer. Más justo será reconocerle la mejor de las opciones, esto es: la de saber implicar el conocimiento de lo íntimo en su lectura de la obra del poeta. Acogiéndome a este supuesto, no voy a presentarles a mi padre, Antonio Gamoneda, voy a presentarles al poeta Antonio Gamoneda, que resulta que es mi padre.

Podría decir, en tono de chiste, que conozco a este poeta desde que nací, pero no es verdad: conocí entonces a la persona, pero al poeta no lo conocí hasta mi adolescencia, justo cuando él renacía como poeta, después de guardar silencio durante 500 semanas.

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«Las músicas de GAMONEDA», por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

El poeta y músico leonés Ildefonso Rodríguez.

El poeta y músico leonés Ildefonso Rodríguez.

[El siguiente texto fue leído, en una primera versión, en Buenos Aires, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (AECI), el 22 de noviembre de 2000. Y publicado en el número 2, primavera del 2001, de la revista «La Pecera», dirigida por el poeta Osvaldo Picardo, de la Universidad de Mar del Plata.

Una nueva versión ampliada —el texto que reproducimos a continuación— se publicó posteriormente en la revista de Extremadura «Espacio/Espaço Escrito», dirigida por Ángel Campos, números 23 y 24, Badajoz, 2004;  en el dossier dedicado a Gamoneda y coordinado por Miguel Casado.]

LAS MÚSICAS DE GAMONEDA

Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Cuando relacionamos poesía y música, más allá de la discusión teórica, y más allá de ser siempre una relación resbaladiza, deberíamos ante todo atender a los testimonios que de ella nos dan los propios poetas, sus modos de implicar los datos musicales en la escritura. Así, oigamos, para empezar, dos de esos testimonios, entre los muchos que podríamos mostrar, dos principios de autoridad.

Rubén Darío ha escrito a propósito de Unamuno: «En Unamuno se ve la necesidad que urge al alma del verdadero poeta de expresarse rítmicamente, de decir sus pensares y sentires de modo musical… Lo que resalta en este caso es la necesidad del canto».

Ahora Baudelaire: «¿Quién de nosotros no ha soñado, en sus días ambiciosos, con el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo ni rima, lo suficientemente flexible y dura como para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño y a los sobresaltos de la conciencia». Y en El poema del haschis, se lee: «La gramática, incluso la árida gramática, resulta algo así como un hechizo evocador; las palabras resucitan revestidas de carne y hueso; el substantivo, en su majestad sustancial; el adjetivo, ropaje transparente que lo viste y colorea como una veladura; y el verbo, ángel del movimiento, que da a la frase la oscilación».

Creo que la escritura de Gamoneda se funda en una poética de la circularidad, lo que en otro lugar he llamado memoria de la memoria. El lector sufre un vértigo, cree estar ante la inminencia de una revelación absoluta; pero ésta queda conjurada circularmente: es el relato de un suceso oculto que centellea, se transparenta, pero permanece innominado. ¿Dónde? «El palimpsesto de la memoria es indestructible», ha escrito Gamoneda. Circularidad de los gestos, casi podríamos decir un sistema de fractales. Por ejemplo: la palabra armario genera una imagen que se repite a lo largo de los años, adquiere la categoría de un símbolo (aunque se simbolice a sí misma, en el sistema poético de Gamoneda: el armario). En distintos libros hemos leído: «El dios que llora en mis armarios». «Dime qué ves en el armario horrible». O algo como: «No hagas incesto en los armarios, guárdate: albergan asma, atribución, espíritus, quizá días y alas desesperadas». Palabra, imagen, símbolo, el armario pronto reaparecerá con una centralidad decisiva, pues el libro de memorias en el que Gamoneda está trabajado parece que se titulará Un armario. Sombras. Y del mismo modo podríamos leer, por ejemplo, las palabras luz o miedo, fractales, dos nudos decisivos de esa trama o sistema poético al que me estoy refiriendo. Un pensamiento que procede por ondas expansivas, a partir de datos de repetición y variación. «Las ondas de un narcótico calmo», como escribió Mallarmé. Son leivmotivs, obsesiones: «La majestad obsede en círculos». Es el impulso de la repetición interior (repetición convulsiva), el retorno de lo mismo. Y es, también, la necesidad de las variaciones, la reescritura permanente. Ese gran impulso es de naturaleza musical, engendra música, mediante dos vías: las ondas del pensamiento poético, con núcleos obsesivos. Y ciertas palabras que aparecen casi como talismanes o conjuros.

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Gamoneda lee un poema de «Lápidas» y habla de poesía (1988)

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22 de marzo de 1988. Gamoneda lee un poema de su libro «Edad» (en realidad es un poema de «Lápidas») y habla de poesía en el programa «Entre Líneas» (Premios Cervantes en el archivo rtve.es).

— — — Este es el poema completo:

En los paseos perezosos hice míos los restos de la pobreza agraria: vi colmenas y púrpura; en los ejidos, vi tormentas de oro y animales ciegos en la contemplación del rocío; vi los laureles suburbiales y, en la pureza de los lavaderos, madres arrodilladas sobre el agua.

Pero, más adentro, todavía fuera del lugar donde estuvieron las puertas, la ciudad precipita hacia arriba sus vestigios. Es un abismo entre cristales: bragas en la coronación de los taludes; un territorio de blancura profanada por pájaros y lámparas. La lentitud celeste entra en las galerías y su lengua excita a los espíritus, sangra dulcemente entre resplandores y canciones de niñas en los almacenes abandonados.

(Edad, edad en los suburbios: dalias y hortensias sobre las murallas, ropas mortales en los tendederos asistidos por mujeres esbeltas, y los desagües que conducen el líquido azul de la desesperación, entre corambres y geranios, hacia la Beneficencia y los prostíbulos, hasta desaparecer en las mimbreras del Medul.)

ANTONIO GAMONEDA
(Del libro «Lápidas»)

Donald Wellman ha traducido «Lápidas» y «Descripción de la mentira» al inglés

'Gravestones' and 'Description of the Lie'.

‘Gravestones’ and ‘Description of the Lie’.

[«Antonio Gamoneda and the ontology of disappearance». A review of ‘Description of the Lie’ and ‘Gravestones’. By Jose-Luis Moctezuma in jacket2.org]

  • Description of the Lie (Descripción de la mentira)
    Antonio Gamoneda. Translated by Donald Wellman.
    Talisman House, 2014, 166 pages, $17.95, ISBN 9781584980926
  • Gravestones (Lápidas)
    Antonio Gamoneda. Translated by Donald Wellman.
    UNO Press, 2009, 158 pages, $18.95, ISBN 9781608010028

Algunos poemas de «Lápidas» / «Gravestones»,
en inglés, traducidos por Donald Wellman:

— — —

Screams on the grass and the purple hurricane.

You spin wrapped in flags and you exhale sweetly.

You obey invisible elders whose songs pass through your tongues.

Oh, youth chosen by my tears.

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