Gamoneda, de niño, en la imagen que sirve de portada al libro «Un armario lleno de sombra».
Portada de «Un armario lleno de sombra».
ENTREVISTA | ANTONIO GAMONEDA | POETA Y PREMIO CERVANTES
«Escribí mis memorias para reencontrarme con el pequeño canalla que fui»
Gamoneda publica sus esperadas memorias, «Un armario lleno de sombra», donde relata sin paliativos su infancia
Por VERÓNICA VIÑAS
(Entrevista publicada en Diario de León el 14 de mayo de 2009)
Dice Gamoneda que en el olvido están los recuerdos. Pero él no ha podido ni ha querido olvidar su infancia en León, una de las ciudades más castigadas por la represión franquista. Ásperas, amargas, pero sobre todo, sinceras; así ha querido Antonio Gamoneda que sean sus memorias, sin paliativos, pero sin crueldad ni exhibicionismo. Todo sucedió el día que el poeta se decidió a abrir el armario de su madre, fallecida tiempo antes. Los olores, los objetos… pudiera decirse que le tendieron una emboscada. A través de este armario Gamoneda se adentra en el pozo de los recuerdos, en el capítulo de una infancia quizá perdida, quizá ahogada por recuerdos demasiado dolorosos. A los 78 años el escritor ha podido afrontar el difícil ejercicio de contar sus primeros recuerdos en un León oscuro y terrible. Tras varios retrasos, fruto de su incansable obsesión por corregir cada palabra, llega a las librerías Un armario lleno de sombra ( Galaxia Gutenberg). Gamoneda no sabe aún si tendrá continuidad.
-Abrir el armario de su madre, tras su muerte, ¿fue como abrir ese trastero que todos tenemos en el cerebro y donde arrojamos aquello que queremos olvidar?
-No abrí el armario para encontrarme con algo que hubiera querido olvidar. Mi actitud era más bien la carencia de recuerdos, aunque tuviese los suficientes para configurar mis estados de ánimo.
-En los libros de texto de niños como su nieta la Guerra Civil apenas ocupa un párrafo, donde no se habla de golpe militar. Cuando lean «Un armario lleno de sombra», ¿no cree que pensarán que es pura fabulación?
-Como no es mi libro el único que se ocupa de eso y existe una enorme documentación, esos niños estarán en una parecida situación a los que tienen ahora 20 años y a los que la Guerra Civil, en cierto modo, recae en su conocimiento y en sus posibilidades ideológicas -que no son muchas- como las guerras con los visigodos… Para ellos es algo que pertenece a un pasado lejano. Pesará poco en su conciencia, pero de ahí a pensar que es pura fabulación hay gran distancia. Nuestra Guerra Civil está muy documentada, aunque los documentos sean sentenciosos. Ahí está la obra de Secundino Serrano, que es un estudioso que deja poco margen para que los jóvenes piensen que he instrumentado una fabulación.
-Puede resultar fácil desenmascarar a los extraños, pero también habla de su familia sin paliativos. Dice: «Mi padre fue un morfinómano…».
-Me he planteado un reencuentro conmigo mismo y con quienes son causa de que llegase a existir. Me lo he planteado en términos no de crueldad o exhibicionismo, pero tampoco sin paliativos o edulcorantes; y eso en lo que se refiere a mis antecesores, a mí mismo y a aquellas personas de un entorno que se da en una época muy difícil. Aunque no disfruté diciéndolo, si hago unas memorias no es para mentirme a mí mismo, sino para reencontrarme con el pequeño canalla que yo fui. Quiero decir lo bueno y malo del cinturón social que me rodeaba, con los hechos por delante y, desde luego, sin intentar ni ennegrecerlos ni salvarlos de la negritud.
-Escribe que en la guerra, en León el pan era negro; y en Oviedo, aún peor, era amarillo, y le produjo hepatitis…
-Sí, el de Asturias estaba dominado por el maíz y era prácticamente venenoso.
-¿Recuerda cómo sabía?
-Me imagino que si por un milagro de temporalización alguien me trajese aquellos bollos los reconocería como el pan de la guerra.
(más…)
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